Definición de Alimentos Enriquecidos o Fortificados

1. Se dice de los de uso general a los que se añaden varios ingredientes esenciales para la dieta diaria adecuada. La dieta humana moderna es a menudo deficiente o peligrosamente pobre en varias vitaminas y minerales. La comprobación de este hecho planteó la necesidad de enriquecerla de forma que quedase asegurada la ingestión diaria de todas las vitaminas y minerales necesarios. Véase Nutrición; Dieta; Vitamina; Enfermedades carenciales.
   
   Durante muchos años han discutido los especialistas la conveniencia o no de fortificar los alimentos. Las circunstancias presentadas en la II Guerra Mundial revelaron, sin embargo, que el enriquecimiento de la dieta no sólo era recomendable, sino necesario, para proporcionar cantidades adecuadas de calcio, hierro, vitaminas A y D y algunos componentes del complejo B. En Estados Unidos, la Comisión de Alimentos y Nutrición del Consejo Nacional de Investigación recomendó al Gobierno Federal la conveniencia de enriquecer la harina, el pan, la leche, las grasas comestibles y la sal común.
   
   
   Normas. En el cálculo de las necesidades mínimas diarias de ciertas vitaminas y minerales realizado con fines reguladores se establecen dosis que se suponen suficientes para proteger a los individuos contra las enfermedades carenciales. Los organismos oficiales exigen la colocación, en todos los envases que contengan alimentos enriquecidos, de etiquetas en que figuren las cantidades mínimas indispensables de las vitaminas y minerales contenidos en tales alimentos.
   
   Antes de enriquecer un alimento determinado conviene cerciorarse de que se consume en cantidades considerables, ya que, en caso contrario, no conduciría la fortificación a ninguna mejora de la salud pública en sentido amplio. Es inútil asimismo fortificar los alimentos con factores nutritivos esenciales que sean inestables y puedan destruirse durante su elaboración o almacenamiento. Es más, para que el programa de enriquecimiento alimenticio consiga sus objetivos, será preciso que los elementos nutritivos añadidos lo estén en forma fácilmente asimilable por el organismo. Por ejemplo, se tropieza con dificultades para añadir hierro a la harina. Las sales de hierro solubles tienden a enranciar la harina. Pero a menos que se presente el hierro en forma soluble, no puede ser fácilmente asimilado, con lo que se destruye el propósito perseguido al adicionarlo.
   
   Harina y pan. La harina blanca y el pan enriquecidos fueron introducidos en el mercado norteamericano en 1941, en un esfuerzo por mejorar el valor nutritivo de las dietas alimenticias lo más rápidamente posible. La orden federal del 1 de julio de 1943 exigió el enriquecimiento de todo el pan blanco. A partir del 1 de octubre de 1943 la harina enriquecida había de contener:
   
   Tiamina: 2 a 2,5 mg por 453,59 gramos. Riboflavina: 1,2 a 1,5 mg por 453,59 gramos. Niacina o niacinamida: 16 a 20 mg por 453,59 gramos. Hierro: 13 a 16,5 mg por 453,59 gramos.
   
   Los experimentos de laboratorio han demostrado que el valor nutritivo del pan enriquecido puede aumentarse mediante la adición de elementos sólidos lácteos. Con ello se consigue elevar la cantidad de riboflavina almacenada en el cuerpo, se aumenta la retención de niacina y se estimula la calcificación de los huesos.
   
   La leche se enriquece corrientemente con vitamina D. Por ser el alimento básico en la dieta de los niños constituye su. principal fuente de calorías. La adición de vitamina D a la leche, sin embargo, posee un valor dudoso, pues puede necesitarse menos leche para proporcionar el número deseado de calorías de la que se precisa para abastecer las exigencias completas de vitamina D. La leche con vitamina D irradiada se produce exponiendo la leche a los rayos ultravioleta. La leche metabolizada con vitamina D se obtiene apien-sando a las vacas con levadura irradiada. La leche fortificada con vitamina D se consigue añadiendo directamente a la leche un concentrado insípido de vitamina D obtenido del aceite de hígado de bacalao, otros aceites de hígado de pescado o viosterol.
   
   
   - Grasas. El enriquecimiento con vitamina A es especialmente deseable en las grasas de mesa como la mantequilla y la oleomargarina. La mantequilla contiene ordinariamente cantidades variables pero importantes de vitamina A, mientras que la oleo-margarina aparece prácticamente desprovista de vitaminas. De aquí que se fortifique más a menudo la oleomargarina que la mantequilla.
   
   - Sal de mesa. El método más efectivo y sencillo de prevenir el Bocio simple (endémico) consiste en fortificar con yodo la sal común empleada en los alimentos. Generalmente se añade en la proporción de una parte de yoduro sódico por cada 100000 de sal.
   
   - Dietas deficientes. Aunque todos los alimentos de una dieta modelo fueran enriquecidos, no quedarían satisfechas las necesidades diarias de vitaminas y minerales. Para conseguirlo, el régimen alimenticio ha de componerse de alimentos variados y naturales más que depurados o preparados. Con los alimentos fortificados sigue subsistiendo el peligro de una deficiencia subclínica de ingredientes necesarios. Aunque pueda conservarse un estado de aparente salud durante años con una dieta que contenga los elementos básicos en proporciones muy inferiores, a las recomendadas, gradualmente irán apareciendo deficiencias de tipo nutritivo. Tales estados deficitarios son más corrientes en las personas ancianas y en las económicamente débiles. Pueden evitarse por la ingestión adecuada de cereales completos, leche, huevos, frutas frescas y verduras. Sólo el tiempo podrá darnos la medida de los beneficiosos resultados de los alimentos enriquecidos

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