Artículo enciclopédico: circulación de la sangre en el hombre
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circulación de la sangre en el hombre

 


circulación de la sangre en el hombre
  1. En el hombre y otros mamíferos el corazón (v. Corazón), aparece completamente dividido por un tabique en dos partes, derecha e izquierda. Cada parte contiene una aurícula, que funciona como recolector de la sangre, y un ventrículo, encargado de expulsarla fuera del corazón. Desde la parte izquierda, o corazón izquierdo, la sangre llega a todas las zonas del cuerpo con excepción de los pulmones. Abandona el corazón por una gran arteria, la aorta, que se ramifica en arterias cada vez menores, que terminan en los tejidos en forma de red capilar. Los capilares se unen para formar venas diminutas, vénulas, que se agrupan a su vez para constituir venas cada vez mayores, que acompañan generalmente a una arteria. Las venas de las regiones inferiores del cuerpo desembocan en la vena cava inferior y las de la cabeza y cuello, en la vena cava superior. Por último, estas dos grandes venas desembocan en el corazón por la aurícula derecha. Tal periplo desde el corazón izquierdo a la aorta, capilares, venas y corazón derecho recibe el nombre de circulación mayor.

    A partir del corazón derecho la sangre llega a los pulmones completando un recorrido que recibe el nombre de circulación pulmonar o menor. La arteria pulmonar, de gran tamaño, sale del corazón derecho (ventrículo) y se divide pronto en dos ramas, que se dirigen una a cada pulmón. Estas ramas se dividen y subdividen en otras cada vez más pequeñas y, por último, en capilares que penetran en todas las zonas pulmonares. Los capilares se unen luego para formar vénulas, que a su vez se convierten en venas cada vez mayores hasta constituir las venas pulmonares, dos por cada pulmón, que desembocan en el corazón izquierdo (aurícula), completando la circulación pulmonar. Véase Pulmón.


    Ritmo de la circulación.


    El tiempo total de circulación en el hombre es aproximadamente de un minuto. Tal es el tiempo que tarda normalmente una gota de sangre determinada en completar su recorrido desde algún punto de la circulación general por el sistema venoso al corazón, desde éste, por el circuito pulmonar, otra vez al corazón y desde éste, por el sistema arterial y capilar, al punto de partida. La sangre no recorre a la misma velocidad todas las zonas del sistema circulatorio, ya que circula más deprisa en los grandes vasos que en los pequeños. La velocidad es máxima en la aorta y disminuye gradualmente conforme va llegando a las arterias más pequeñas. Al introducirse en la red de capilares que une una arteriola con una vénula disminuye aún mucho más su marcha, de modo parecido a como la corriente de un río se hace más lenta al pasar bruscamente de una garganta estrecha a un lecho extenso, ya que el mismo volumen de agua encuentra de pronto un cauce mucho más amplio que llenar. La sección transversal de un lecho de capilares es varios cientos de veces mayor que la de la arteria de donde procede, lo que explica que fluya tan lentamente la sangre por ellos. A medida que los capilares se unen para formar vénulas que se van transformando en venas mayores, el área de sección disminuye y aumenta nuevamente la velocidad de la sangre. Sin embargo, no llega ya a igualar a la que alcanza en las grandes arterias, ya que la sección de las grandes venas es mayor que la de la arteria más gruesa.

    Como resultado de tales diferencias, la sangre penetra con cierta violencia en los capilares, pero circula por la red capilar con la lentitud suficiente para que se realice el intercambio vital de materiales a través de sus paredes. La sangre fluye por una arteria de tamaño medio a una velocidad de 250 mm/s aproximadamente. En cambio, la velocidad por los capilares es de menos de 1 mm/s, lo que significa que un glóbulo rojo tarda cerca de 1 s en recorrer un capilar de 5 mm de longitud.


    Origen del pulso.


    La sangre fluye por los capilares y venas como una corriente continua y uniforme, mientras que por las arterias circula también de continuo, pero no con la misma regularidad. En efecto, la corriente sanguínea discurre más deprisa en el movimiento de la sístole (momento en que se contrae el corazón) y más despacio durante la diástole (tiempo de relajación cardiaca). Cuando el corazón se contrae, expele sangre por la aorta, que está ya llena de sangre. El impulso distiende la pared elástica de la gran arteria lo suficiente para alojar la sangre adicional. Cuando el corazón se relaja, la pared distendida de la aorta se contrae e impulsa la sangre hacia adelante hasta el próximo segmento aórtico, cuya pared se distiende asimismo. Este segmento se contrae a su vez e impulsa a la sangre hacia delante. Semejantes dilataciones y contracciones se suceden a lo largo de la aorta y de sus ramas y hacen que la sangre fluya continuamente por las arterias. Su ritmo es el pulso (v. Pulso). Éste no se siente más allá de las arteriolas porque a tal distancia del corazón la energía inicial liberada por la contracción cardiaca se ha desgastado tanto en distender las paredes arteriales y en vencer la fricción que no se aprecia ya diferencia alguna entre el impulso sanguíneo de sístole y diástole.


    Circulación en las venas.


    Otros dos mecanismos intervienen además para mantener la circulación por las venas. Las paredes de éstas aparecen dotadas de unas válvulas que permiten a la sangre avanzar sin retroceder. Por otra parte, las venas de las extremidades atraviesan grupos de músculos que, al contraerse, comprimen dichos vasos obligando a la sangre a avanzar hacia el corazón. Al relajarse los músculos, vuelve a afluir sangre en ellos procedente de los capilares. Los músculos de las extremidades, con esta contracción y relajación alternativas, ayudan a impulsar o «bombear» la sangre hacia el corazón. Ello explica por qué cansa más estar de pie largo tiempo que un paseo moderado. Sin esta acción muscular, la sangre no puede fluir por las venas lo bastante deprisa para evitar la acumulación de desechos producidos por el metabolismo en los músculos, que acaban por fatigarse. Aún más regular resulta el efecto impulsor de los movimientos respiratorios. El aumento de volumen torácico en la inspiración no sólo atrae aire a los pulmones, sino que reduce la presión sobre el corazón y la pared de las grandes venas que le llevan sangre, lo que facilita su repleción.


    Distribución de la sangre.


    Cuando un órgano aumenta su actividad, gasta su oxígeno y materias nutritivas más rápidamente. También produce con más rapidez anhídrido carbónico y otros desechos. Esta mayor actividad no puede mantenerse, sin embargo, a menos que el intercambio de materiales entre la sangre y la linfa intercelular que baña las células sea también más rápido. A este fin se coordinan diversos factores que influyen en la circulación sanguínea para proporcionar mayor suministro sanguíneo al órgano cuya actividad se incrementa. Durante el ejercicio muscular, por ejemplo, afluye más sangre hacia los músculos esqueléticos, mientras que durante la digestión aumenta el volumen sanguíneo con destino al aparato digestivo. Estos cambios de distribución se llevan a cabo gracias a las variaciones del calibre (diámetro interior) de las arteriolas.

    El calibre de las arteriolas puede modificarse súbitamente por la acción de las fibras musculares envolventes de sus paredes. Cuando tales fibras se contraen, oprimen las arteriolas, con la consiguiente disminución de aporte sanguíneo a los capilares por ellas servidos. En esto consiste la llamada vasoconstricción. Por el contrario, la relajación de los músculos de las arteriolas, o vaso dilatación, permitirá mayor fluencia de sangre a su través. Un sistema amplio de vasoconstricción y vasodilatación influye poderosamente en la elevación o descenso de la presión sanguínea (v. Presión sanguínea). La vasoconstricción y vasodilatación locales determinan la distribución de la sangre circulante entre varios órganos en un momento determinado.

    Las variaciones de calibre de las arteriolas obedecen a dos clases de estímulos: químicos y nerviosos. Entre los químicos es importante el anhídrido carbónico (CO2). Un aumento considerable de este elemento en un tejido, como ocurre cuando hay actividad local, provoca el relajamiento de los músculos circulares de las arteriolas. De este modo, tan pronto como un órgano o porción de tejido activa sus funciones, la vasodilatación local sirve para aumentar el caudal sanguíneo de dicha zona. Otro elemento químico, que afecta a los músculos circulares contrayéndolos, es la adrenalina, cuya acción se asemeja a la producida por estímulo de la porción simpática del sistema nervioso autónomo (v. Adrenalina; Sistema nervioso autónomo). Los nervios que rigen los músculos de las arteriolas, llamados nervios vasomotores, pertenecen al sistema nervioso autónomo. En general, cada vaso aparece regulado por dos clases de fibras nerviosas: las vasoconstrictoras y las vasodilatadoras. Los estímulos llegan a dichas fibras procedentes de los centros nerviosos del sistema nervioso central, que, a su vez, se ven influidos por estímulos químicos y nerviosos. Por ejemplo, cuando la piel se expone al frío se torna pálida, lo que indica que las arteriolas se han comprimido. Sin embargo, los músculos arteriolar es no reciben el estímulo directo del frío. Lo que sucede es que las terminaciones sensitivas de los nervios de la piel responden al descenso de temperatura con el envío a lo largo de dicho nervio de estímulos que son retransmitidos por el sistema nervioso central hasta las fibras vasoconstrictoras de las arteriolas de la zona de piel expuesta al frío.

    Para más información ver: circulación de la sangre.
Actualizado: 26/10/2015
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  • Cuál es el organo principal del sistema circulatorio

    El órgano principal del sistema circulatorio es el corazón. El corazón es un órgano muscular que bombea la sangre a través de todo el cuerpo, impulsando así la circulación sanguínea. Este proceso es fundamental para transportar oxígeno, nutrientes, hormonas y otros elementos por todo el organismo, así como para eliminar desechos y dióxido de carbono.


    Sugiero leer:

    Definición de órgano
    Definición de sistema
    Definición de circulación
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    Definición de oxígeno
  • Cuál es la función principal de las arterias

    La función principal de las arterias es transportar la sangre oxigenada desde el corazón hacia los tejidos del cuerpo. Las arterias son vasos sanguíneos que tienen la capacidad de resistir la presión generada por la contracción del corazón, lo que les permite llevar la sangre a todas las partes del cuerpo, asegurando así el suministro de oxígeno y nutrientes a las células.


    Sugiero leer:

    Definición de función
    Definición de arteria
    Definición de sangre
    Definición de oxígeno
    Definición de corazón
  • Qué tipo de circulación se produce entre el corazón y los pulmones

    La circulación que se produce entre el corazón y los pulmones se conoce como circulación pulmonar.

    En esta circulación, la sangre desoxigenada es bombeada desde el ventrículo derecho del corazón hacia los pulmones, donde se oxigena y luego regresa al corazón, específicamente a la aurícula izquierda, para ser distribuida al resto del cuerpo a través de la circulación sistémica.

    Este proceso es fundamental para el intercambio de gases en el organismo, ya que permite que la sangre reciba oxígeno en los pulmones y elimine dióxido de carbono.


    Sugiero leer:

    Definición de circulación
    Definición de corazón
    Definición de pulmón
    Definición de sangre
    Definición de ventrículo
Fuentes bibliográficas y más información de circulación de la sangre en el hombre:

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Abreviaturas empleadas en la definición
V. = Ver o Verbo
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Cómo citar la definición de circulación de la sangre en el hombre
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