Artículo enciclopédico: críticas al capitalismo
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críticas al capitalismo

 


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  1. El Socialismo y otros sistemas económicos han señalado cierto número de defectos en el funcionamiento real del Capitalismo. Esos defectos han sido calificados de inherentes e irreparables, pero no falta quien estima que pueden ser eliminados y evitados sus efectos adversos mediante una política adecuada. Entre los fallos aparentes que se han señalado figuran la existencia de monopolios, la repetición de ciclos y depresiones comerciales y una distribución sumamente desigual de los ingresos que a largo plazo conduce a un consumo deficitario y a la inestabilidad social. Según Marx, las crisis a que el Capitalismo está sometido tienden a agravarse progresivamente. Por otra parte, la creciente concentración de riquezas en un número decreciente de manos debe conducir a un atrincheramiento cada vez mayor del monopolio y una mayor desigualdad en los ingresos. Esta evolución, según Marx, tiende a agudizar las crisis sucesivas hasta un punto en que quiebre el Capitalismo como sistema para ser remplazado por alguna economía en que la propiedad privada de los medios de producción sea suprimida y sustituida por la propiedad social. Según esta teoría, todas las medidas tomadas para salvar el Capitalismo están condenadas al fracaso, ya que el sistema arrastra consigo el germen de su propia destrucción.


    Los críticos liberales y otros no socialistas han señalado algunos de esos mismos defectos del Capitalismo, pero sin tacharlos de irremediables. El más notable de ellos es el monopolio. Ciertos tipos de monopolio denominados generalmente «servicios públicos» no sólo son económicos, sino en realidad necesarios para el buen funcionamiento de una economía. Un sistema centralizado de transportes municipales o un servicio telefónico central presentan grandes ventajas sobre los sistemas competitivos en estas ramas. Pero gran parte de los monopolios existentes obedece a una política deliberada por parte de individuos o de grupos para protegerse contra los riesgos de la competencia. El monopolio puede desembocar en la restricción de la producción u oferta de una mercancía o servicio. Así adquiere el monopolista extraordinario poder económico, que puede emplear para disfrutar de beneficios muy superiores a los que obtendría en libre competencia. Además, el poder monopolístico puede emplearse para impedir la aparición de nuevas empresas o individuos en una ocupación o industria. Se ha indicado incluso que el monopolio impide la introducción de nuevos inventos, aunque Schumpeter y otros autores mantienen un punto de vista opuesto: que las empresas monopolísticas gigantes son las únicas capaces de financiar grandes laboratorios de investigación y que el progreso tecnológico se vería retrasado con la supresión del monopolio.

    Aunque frecuentemente se cita a las empresas industriales como manipuladoras de poder monopolístico, los grupos laborales organizados han constituido también un monopolio en la oferta de ciertas clases de mano de obra. También los grupos agrícolas han podido crear organizaciones monopolísticas por medio de la acción cooperativa y aun los profesionales han creado estructuras monopolísticas o similares por medio de sus organizaciones.


    Otro defecto aparente del Capitalismo, que frecuentemente ha sido recalcado, es la aparición periódica de crisis económicas. Estas, en realidad, han existido antes de la aparición del Capitalismo, pero obedecían principalmente a guerras, pestes, malas cosechas u otras catástrofes. En cambio las crisis del Capitalismo se originan dentro de la propia economía. Las facilidades productivas quedan paralizadas o trabajan sólo a una fracción de su capacidad, los trabajadores están parados o perciben salarios inferiores y las empresas comerciales, enfrentadas con precios en baja, experimentan pérdidas. Más grave que la pérdida económica causada por una depresión es el efecto psicológico del pánico, el temor de paro y la desorganización social consiguiente. Aunque las crisis fueron un fallo común del sistema capitalista hasta comienzos de la II Guerra Mundial, mucho es lo que se ha aprendido posteriormente sobre el modo de controlar las depresiones económicas.

    John Maynard Keynes y sus discípulos propusieron una serie de normas que proporcionaran a los gobiernos modernos instrumentos económicos con que poder evitar depresiones importantes, como la ocurrida en los años del periodo 1930-40. Tales normas abarcaban una compleja serie de medidas financieras y monetarias estatales. Véase Ciclo económico; Keynes, John Maynard.


    Un tercer problema señalado por los críticos del Capitalismo es a un tiempo ético y económico: la gran desigualdad de los ingresos. En un mercado libre competitivo, cierto tipo de trabajo puede ofrecerse en tal abundancia que los precios (salarios) resultantes sean muy bajos, demasiado reducidos para cubrir las necesidades del trabajador y de su familia. Ha habido periodos en la historia del Capitalismo en que los salarios descendieron al mínimo vital y aun a cifras inferiores. Sin embargo, existen pruebas de que las diferencias en los ingresos líquidos familiares han disminuido a raíz de los impuestos en los países más avanzados. En otras palabras, a medida que el Capitalismo se ha desarrollado, no sólo ha elevado los ingresos medios de la sociedad sino que también ha disminuido la desigualdad entre los ingresos de las diversas clases sociales. En los países capitalistas más avanzados de Europa occidental y Norteamérica, los ingresos de la posguerra eran mayores y menores las diferencias entre los mismos (después de pagar los impuestos) que en las naciones no capitalistas o que en los mismos países 50 años atrás. Véase Impuesto; Tributación.


    La elevación de la capacidad perceptiva del trabajador por medio de la educación y del adiestramiento es otro medio, además de la tributación, de reducir las diferencias extremas en los ingresos. Por otra parte, una economía flexible con una tecnología desarrollada en alto grado proporciona muchos trabajos que pueden ser aprendidos con bastante rapidez. Así, la mejoría de las técnicas de producción que el Capitalismo ha hecho posible, es en sí un medio de elevar la baja productividad de los trabajadores marginales y, por tanto, de aumentar su capacidad perceptiva.

    Aun en los países capitalistas más avanzados ha habido gente pobre, pero generalmente han sido personas con poca movilidad geográfica, de escasa educación y un conocimiento deficiente de las oportunidades de trabajo. De todos modos, han constituido más bien raras excepciones en el conjunto económico y sus ingresos han aumentado al acrecentarse sus oportunidades educativas o en virtud de su desplazamiento a lugares dotados de mejores oportunidades de empleo. Aunque bajo el signo del Capitalismo existen diferencias de ingresos, probablemente han sido menos acentuadas que en otros sistemas.


    Columna de opinión: el capitalismo estadounidense y cierto deterioro de la vida

    La vida en la alienada sociedad capitalista neoliberal mata. La gente se muere en la sociedad neoliberal como consecuencia de las mismas relaciones sociales. Para que se entienda mejor. La gente, antes del capitalismo, se moría por las mismas causas que se moría o se puede morir cualquier hombre en estado de naturaleza. Los suicidios no existían o bien, en la mayoría de los casos, estaban limitados a poner fin a situaciones que se vivían como moralmente intolerables frente a la sociedad. Las enfermedades mentales, psicosomáticas y físicas se expanden de manera exponencial con el capitalismo. A mediados del Siglo XIX la "Revolución Industrial" se ensañaba en el mundo de manera genocida con los pobres. En Gran Bretaña las mujeres y los niños pobres, primera mano de obra, morían en masa, abatidos por jornada laborales despiadadas de 16 o más horas diarias. Fue esta explotación genocida impune, de mujeres pobres y niños huérfanos lo que dio real y concreto impulso a la "Revolución Industrial".

    Como testimonio de estos crímenes, esta la inmortal obra literaria del escritor británico Charles Dickens, en la que se denuncia las corrupciones del capitalismo victoriano. Ahora bien, agregado a esto, para la misma época, a finales del siglo XIX, las mujeres de las clases medias y altas en Gran Bretaña tenían una esperanza de vida menor que los hombres. La moral burguesa, con su consecuencia de enfermedades psicosomáticas, era suficientemente deletérea para las mujeres de las clases acomodadas británica, como para terminar anticipadamente con la vida de ellas. La Primera Guerra Mundial hizo volverse las tornas, y los hombres empezaron a morir antes que las mujeres. La Primera Guerra Mundial, desde los Urales hasta el Cabo de la Roca, también expandió su secuela de enfermedades mentales sobre los hombres. En ese tiempo la ciencia capitalista se va a ocupar intensamente de dos cosas:

    1) Intensificación y racionalización de la participación de los seres humanos en los procesos de producción (o sea, extracción brutal de plusvalía)

    2) Estudiar la conducta y psicología humana intentando comprender y resolver los desórdenes psiquiátricos de los individuos y de las sociedades, sobre todo los producidos como consecuencia de la Primera Guerra Mundial.

    Como poética y perfecta descripción de esta época está la película del genial Charles Chaplin, "Tiempos Modernos". En este film maravilloso el protagonista es un obrero que enloquece sometido a uno de los mas emblemáticos y criminales paradigmas de racionalización productiva capitalista: el fordismo. En este tiempo también van a aparecer el fascismo y, sobre todo, el nazismo, que ponen especial énfasis en el control total de las poblaciones, sobre todo desplegando acciones mediáticas y psicológicas sobre las masas.

    El capitalismo anglosajón que emergió triunfante de la Segunda Guerra Mundial se ocupo e invirtió enorme cantidad de recursos para desarrollar los métodos de control de masas del nazismo y perfeccionarlos. A todos les debería interesar saber como se ha ido desarrollando los planes de manipulación de masas de los USA, y al respecto pueden leer la muy interesante obra de la notable escritora Melanie Klein, "La doctrina del shock".

    En un resumen muy básico y apretado de los métodos que se aplican puede resumirselos en dos M: Miedo y Medios. El habitante de los USA ha devenido en una autentica maquina de consumir. El individuo norteamericano consume de la misma manera que los pollos de criadero son inducidos a consumir comida perpetuamente.

    La paradojal diferencia es que mientras el pollo de criadero solo paga con su vida por lo que consume; el habitante de los USA paga con dinero conseguido con su trabajo; así, la compulsión por consumir a la que se ve constreñido, lo somete a un proceso iterativo sin fin: mas consume, mas tiene que trabajar, y así, hasta el infinito.

    Ideológicamente el sistema se sostiene mediante el individualismo, el egoísmo, la meritocracia, el tener para ser, la ausencia de vínculos afectivos, falta de interés por el pasado, pragmatismo y nula moral, todas ideaciones de un relato que produce ensoñaciones de felicidad, sin tener en cuenta jamás ningún factor humano emocional real, sin respetar nunca al individuo en su personalidad. Además, adviértase que no hay ninguna particularidad social, la sociedad no existe para nada, como no sea como soporte del consumo.

    Conclusión, la identidad, el psiquismo del habitante de los USA está construido a partir del consumo. El porcentaje descomunal de obesos e hiper obesos de la sociedad USA esta en línea con el perfil de consumidor compulsivo propio de la cultura norteamericana. La sociedad de los USA es la principal consumidora mundial de sustancias psicoactivas: desde todo tipo de drogas, hasta todo tipo de psicofármacos. Surge claro que un sociedad de individuos sometidos a tan inhumanas y, por ello, genocidas presiones sea una sociedad hiper violenta, plagada de psicóticos y suicidas. En definitiva, este modelo demoníaco de la sociedad capitalista neoliberal USA es el que se pretende difundir al mundo como la "fórmula de la felicidad".


    Para más información ver: capitalismo.
Actualizado: 10/07/2016 - Autor: Leandro Alegsa
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