Artículo enciclopédico: historia de Chile
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historia de Chile

 


historia de Chile
  1. Diversidad de los pobladores precolombinos.

    Chile fue uno de los países americanos más tempranamente poblados. En Taltal, el arqueólogo Max Uhle encontró puntas de flecha cuya antigüedad se remonta al Paleolítico. Estos pobladores paleolíticos, venidos posiblemente del N, se fueron extendiendo hasta el extremo meridional del país a lo largo de los siglos. La diversidad geográfica del país y su alargamiento latitudinal originaría una acusada diversificación de pueblos. Dentro de ésta podemos distinguir tres grupos.

    Al N habitaban los atacameños, los changos y los picunches. Desde mediados del siglo xv estaban sometidos a la dominación de los incas, que influyeron favorablemente sobre estas tribus al desarrollar la agricultura mediante el regadío. No se sabe con precisión el límite del territorio dominado por los incas, pero gran parte de los autores lo sitúan en el río Maulé.

    En el centro habitaban varios pueblos que ofrecieron una tenaz resistencia a los incas, por lo que recibieron el nombre de aucas o rebeldes, nombre que los españoles transformaron en araucanos. Estaban mucho menos civilizados que los anteriores y vivían de la recolección de productos, de la caza y de la pesca. La guerra era la principal ocupación, en la que destacaban por su valor y su ferocidad. No todos los indígenas que habitaban al S del Maulé tenían las mismas características: los de la isla de Chiloé, llamados huilliches o gente del sur, eran muy pacíficos y ayudaron a los españoles con ocasión de las revueltas araucanas (siglo xvii).

    Finalmente, en el extremo meridional habitaban los indígenas más primitivos, que vivían principalmente de la pesca: chonos, alacalufos, yaganes y onas.


    Tardía penetración española.


    Desde los primeros tiempos del descubrimiento de América los españoles enviaron varias expediciones a la busca de un paso que, uniendo el Atlántico con el Mar del Sur, permitiera acabar con el monopolio portugués en la ruta de Indias. Fracasada la primera expedición de Juan Díaz de Solís (1516), se organizó otra bajo la dirección de Fernando de Magallanes en 1520. Este navegante llegó a un paso que denominó «Estrecho de Todos los Santos»; Tierra de Fuego llamó a los territorios de sus márgenes por las muchas fogatas de los indios que se divisaban desde los navíos. Era el primer contacto de los españoles con el actual territorio de Chile.

    No obstante, la penetración se efectuaría desde el N como un apéndice de la conquista del Perú. Como consecuencia de la disputa entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro por la posesión de la ciudad de Cuzco, se resolvió que este último partiera para un país situado más al S. Después de una agotadora marcha de cuatro meses por la meseta boliviana, las altas cumbres y los áridos desiertos norteños. Almagro llegó en 1536 al actual emplazamiento de Santiago, donde estableció su cuartel general. Al no haber encontrado por parte alguna el oro que buscaba, sus capitanes le manifestaron el deseo de regresar al Perú. Antes de volver, Juan de Saavedra reconoció la costa próxima y descubrió la bahía de Valparaíso. A su vuelta Almagro sería decapitado (1538) en la plaza de Cuzco.


    Valdivia y la conquista de Chile.

    La verdadera conquista de Chile no comenzaría hasta 1540 y sería obra del extremeño Pedro de Valdivia. Era uno de los más prestigiosos capitanes de Pizarro, que obtuvo la autorización para conquistar el territorio de Chile. Valdivia no se limitó a una mera conquista, sino que desde un principio pensó en una completa colonización, para lo que llevó consigo los principales elementos.

    Al frente de 150 soldados y algunos millares de indios auxiliares salió de Cuzco el mes de enero de 1540. Al contrario que Almagro, siguió la ruta de la costa y a finales de año llegó a las orillas del río Mapocho; al pie de la colina que los indios llamaban «Huelen» y que él bautizó con el nombre de Santa Lucía, levantó un fuerte, que el 12 de febrero de 1541 se convirtió en la primera ciudad de Chile. La nueva ciudad tuvo que sufrir numerosos ataques de los araucanos, que en cierta ocasión consiguieron destruirla totalmente. La llegada de refuerzos a través de Valparaíso permitió sostenerla. En 1544 se fundó La Serena y se continuaron las exploraciones hasta el río Bio-Bio. En 1547 Valdivia volvió al Perú para organizar una nueva expedición.

    Confirmado en su título de gobernador de Chile y reforzado su ejército, Valdivia emprendió a su vuelta la conquista de los territorios situados más al S y realizó nuevas fundaciones: en 1550 la ciudad de Concepción y en 1552 las de Imperial, Villarrica y Valdivia. En 1553, después de rudos esfuerzos, el país parecía definitivamente pacificado: se habían fundado seis ciudades, 2000 españoles poblaban ya la región y los indígenas ño parecían poner grandes dificultades al desarrollo de la colonización. A fines de ese año estalló una revuelta de grandes proporciones, que iba a durar prácticamente tres siglos. Valdivia salió de Concepción con el fin de dominar la revuelta, pero fue derrotado y muerto en Tucapel por las huestes del caudillo indígena Lautaro, que llegó a las puertas de Santiago.

    El virrey del Perú nombró gobernador de Chile a su propio hijo, García Hurtado de Mendoza, que arribó al país en 1557 con una expedición de tres barcos y un ejército de 150 hombres. Reconstruyó las ciudades destruidas, fundó otras nuevas e hizo prisionero a Caupolicán, caudillo de los araucanos, que sería posteriormente ejecutado. En la expedición de Hurtado de Mendoza iba Alonso de Ercilla, autor de La Araucana, en la que se canta el heroísmo de los indígenas. Hurtado de Mendoza volvió a Lima en 1561 convencido de haber terminado la conquista de Chile.

    Sin embargo, los araucanos no pudieron ser dominados. Reprimidas sus incursiones en el centro del país, la lucha continuó con varias alternativas a lo largo de la época colonial. Hasta el último cuarto del siglo xix los territorios al S del Bio-Bio quedaron al margen de la colonización y en ellos se sostuvieron los araucanos libres. El territorio entre el Bio-Bio y el Toltén recibió el nombre de Frontera y fue escenario de enconados combates.


    Originalidad de la colonización.

    Pacificados los Jerritorios del centro, se iba a desarrollar una original colonización. Por un lado, el aislamiento geográfico del país determinaría una fusión completa de los españoles con los indígenas. Por otra parte, Chile se iba a desenvolver en condiciones más difíciles que ningún otro territorio americano, lo que repercutiría en el carácter de sus pobladores: se acentuó el aislamiento por el monopolio comercial que obligaba a Chile a comerciar por intermedio de otras colonias americanas; la guerra del Arauco consumió las energías de la colonia y obligó a sus pobladores a una alerta constante; los continuos terremotos y los ataques de los piratas añadieron nuevos obstáculos al desarrollo colonial.

    Durante el siglo xvi Chile constituyó una Gobernación dependiente del Virreinato del Perú y sus gobernadores recibían además el título de capitán general. Estos fueron todos militares, veteranos de campañas europeas y africanas. La vida social era prácticamente inexistente y las ciudades, simples campamentos. La guerra del Arauco (territorio al S del Bio-Bio) siguió con escasa fortuna para los españoles. Las acciones de la piratería fueron constantes; entre ellas destacan el ataque de Drake a Valparaíso y los de Simón y Baltasar Cordes en Magallanes.

    El siglo xvii ofrece características similares al anterior. En 1609 se crea la Audiencia de Chile con sede en Santiago y los gobernadores y capitanes generales reciben además el título de presidentes. Son a la vez militares y civiles y, salvo raras excepciones, ineptos y venales. Comienzan a esbozarse las clases sociales: la aristocrática, dueña de la tierra y de gran influencia política; el clero, muy numeroso y de gran prestigio; los mestizos, resultado de la unión de conquistadores e indígenas, que habían de constituir el núcleo inicial de la nueva nación. Entre los gobernadores destacó Alonso de Ribera (1601-05 y 1612-17), que orientó la guerra del Arauco en un sentido distinto al del siglo anterior: suprimió las expediciones esporádicas y estableció una línea de fuertes a lo largo del Bio-Bio como base para futuras expediciones. Este sistema fue abandonado muy pronto para seguirse el de Valdivia, consistente en una guerra meramente defensiva y una penetración en territorio indígena por medio de misioneros y evangelizadores. El fracaso total de este sistema motivó que se volviese al primitivo de las campeadas o expediciones. En 1641 dio principio una etapa de negociaciones entre españoles e indígenas, que no consiguieron tampoco poner fin a la guerra. Ingleses y holandeses siguieron insistiendo en sus ataques a los puertos chilenos. A pesar de estos inconvenientes la economía del país se orienta hacia una mayor solidez: agotados los lavaderos de oro, se favorece considerablemente el desarrollo de la agricultura y de la ganadería, cuyos productos fueron pronto objeto de exportación.

    El siglo xviii es el más brillante de la época colonial. La mayor parte de los gobernadores son hombres de carrera, administrativos o militares, generalmente muy capacitados para el cargo; se efectúan bastantes fundaciones, se construyen importantes obras públicas y se verifican eficaces reformas administrativas. Entre los gobernadores hay varios que merecen ser destacados: José Antonio Manso de Velasco (1737-44), autor de numerosas fundaciones; Ortiz de Rozas (1746-56), que inauguró la primera universidad chilena; Ambrosio O’Higgins (1788-96), militar de origen irlandés, con una brillante carrera, al que se deben los trabajos más importantes de esta época, la carretera Santiago-Val-paraíso y el camino hacia la Argentina por el paso de Uspallata. La vida social se diversifica y adquiere estabilidad: la inauguración de la Universidad de San Felipe en 1756 abrió grandes posibilidades a la intelectualidad chilena; surge una nueva clase, la burguesía comercial, que iba a desempeñar un importante papel en la independencia; al mismo tiempo aumenta la población por la inmigración de vascos, irlandeses e italianos. La guerra del Arauco pierde importancia: se estabiliza la frontera del Bio-Bio y se generaliza el sistema de negociaciones, iniciado en el siglo anterior. La economía alcanza cierto esplendor: se reanima la minería de los metales preciosos y se comienzan a explotar los minerales cupríferos; en 1778 Carlos III autorizó la libertad de comercio, con lo que la economía recibió notable impulso.


    Génesis de la Independencia.

    A pesar del progreso de la colonización en el siglo xviii, el aislamiento geográfico del país y la permanente guerra del Arauco habían motivado un cierto retraso económico e intelectual con respecto a otras colonias españolas en el continente americano. En cambio, dichos factores habían contribuido a una perfecta fusión entre españoles e indígenas, a una evidente solidaridad ante el peligro común y a una acentuación de las innatas cualidades militares de ambos pueblos, cuyo valor se evidenciaría en la Guerra de la Independencia.

    A finales del siglo xviii, Chile no contaba más que con una treintena de ciudades, en su mayoría muy modestas: Santiago, la capital, sumaba 40 000 h; Concepción, Valparaíso, La Serena, Chillán y Valdivia no pasaban cada una de los 6000; el resto eran simples aldeas formadas por casas de adobe y ramajes. Sus habitantes llevaban una vida monótona, sin otras distracciones que las corridas de toros, las peleas de gallos y las procesiones. Se hacía sentir la necesidad de instrucción; el clero había realizado una eficaz labor en este sentido, pero la expulsión de los jesuitas en 1767 tuvo efectos desfavorables, ya que ellos dirigían la mayoría de las escuelas y colegios.

    La Universidad de San Felipe ejercía una gran influencia que se extendía a la Argentina y al Uruguay,, deseosos de liberarse de la tutela intelectual de Lima; dicha universidad estaba al margen de las corrientes intelectuales del siglo xviii, enseñaba la fidelidad más absoluta al rey, tenía como lengua oficial el latín y en sus planes de estudios daba lugar preferente a las disciplinas religiosas. Los grandes autores españoles no eran conocidos más que por un reducido número de chilenos y las obras extranjeras estaban prohibidas, aunque se introducían clandestinamente. En los primeros años del siglo xix nadie en Chile pensaba en un cambio de régimen político. Únicamente algunos pocos, iniciados por los libros clandestinos en las corrientes modernas, comenzaban ya a formular algunas quejas repetidas contra la metrópoli.

    En el dominio económico se criticaba la falta de libertad de comercio con las naciones extranjeras, lo que impedía aumentar la producción y condenaba al país al estancamiento económico. En el plano administrativo se quejaban los colonos de que los cargos importantes se confiasen más a los españoles que a los criollos, aunque estos últimos estuviesen bien preparados y gozasen de un gran renombre. Finalmente, la pobreza general y las escasas perspectivas intelectuales añadían nuevos motivos de descontento.

    Varios acontecimientos exteriores contribuyeron también a la maduración de las ideas de independencia. En 1776 se proclamó la independencia de Estados Unidos gracias a la ayuda de Francia y en parte de España. Más tarde la Revolución Francesa llevó a la mente de los colonos nuevas ideas de emancipación. Finalmente, Inglaterra, que buscaba desesperadamente la apertura de los mercados americanos, quiso precipitar los acontecimientos y provocó en 1796 una guerra contra España y Francia; ésta resultó desastrosa para España, que perdió su flota en 1805 en el combate de Trafalgar y vería considerablemente mermado su prestigio en el exterior.

    A partir de 1805 se interrumpe prácticamente el contacto entre España y sus colonias del continente americano. Los ingleses tenían libre el camino del mar para atacar a las colonias españolas. El eco de la heroica lucha sostenida por la ciudad de Buenos Aires contra los invasores ingleses encendió el nacionalismo argentino y de rechazo el de los países vecinos. Sin embargo, las causas que directamente motivaron la Independencia no aparecieron hasta algunos años más tarde.


    Los forjadores de la Independencia: Carrera y O’Higgins.

    Al saberse en Chile la invasión napoleónica de la Península, los colonos decidieron desde el primer momento cooperar en la defensa de la metrópoli y en la restauración del rey Fernando VII. A fines de 1809 había en Chile dos tendencias políticas: una formada por los que aspiraban a la independencia si los franceses se instalaban en España de forma definitiva; otra monárquica absolutista, que se reducía a combatir a sus adversarios y se reservaba la decisión de tomar posiciones cuando la guerra se terminase. Revivía la vieja rivalidad entre los criollos y los colonos españoles. Para dirimir esta rivalidad hubiera sido preciso un gobernador de gran talla política, que no tenía el que entonces regía los destinos de Chile, Francisco Antonio García Carrasco. Tenía éste por secretario particular a Juan Martínez de Rozas, abogado chileno, que le aconsejó hacer algunas reformas oportunas para mantener la calma. Contra este prudente consejo el gobernador adoptó enérgicas medidas, que no hicieron sino excitar los ánimos, por lo que fue abandonado por su secretario, que marchó a Concepción para preparar un cambio de régimen político. Sospechoso el gobernador de que en Santiago se preparaba un complot, mandó detener a José Antonio Rojas y a Juan Antonio Ovalle y los embarcó con destino al Perú. La excitación que provocó el destierro de estos dos criollos, que gozaban de gran prestigio en la capital, hizo que la Municipalidad, el obispo y el Tribunal Real le obligasen a revocar dicha orden.

    En julio de 1810 llegó a Santiago la noticia de que un movimiento popular había depuesto en Buenos Aires al virrey y establecido en su lugar una Asamblea Popular. Esto incitó al gobernador a proceder con más dureza y, sospechando que los detenidos habían estado en relación con la Junta de Buenos Aires, nuevamente les hizo embarcar hacia el Perú. El Tribunal Real obligó a García Carrasco a presentar su dimisión y nombró gobernador al conde de la Conquista, Mateo de Toro Zambrano, chileno de gran prestigio, pero incapaz de gobernar por su avanzada edad. La Municipalidad, dirigida por sus procuradores José Miguel Infante, Juan Martínez de Rozas y Bernardo O’Higgins, hijo del gobernador del mismo nombre, trabajó para dominar el débil espíritu del nuevo gobernador. El 18 de setiembre de 1810 se convocó la Asamblea General del Gobierno, que proclamó un Gobierno autónomo dentro de la monarquía española, estableció la libertad de comercio y convocó una Asamblea Nacional. Este día es considerado como el de la Independencia del país. La Asamblea de Buenos Aires envió un representante para que los dos países permaneciesen unidos tanto en las reformas políticas como en el plan militar. El alma de estos preparativos era el antiguo secretario del gobernador, Martínez de Rozas, que, pese a no ostentar más que el puesto de consejero jurídico, tenía en sus manos las riendas del poder.

    A la reforma política siguió la creación de un ejército de 2000 hombres, destinado a rechazar todo ataque que viniera del Perú, cuyo régimen político y cuyo virrey estaban incondicionalmente al lado de la Corona española. La Asamblea de Buenos Aires, con la ayuda de la chilena, debía vigilar por su parte todo ataque que proviniese de Montevideo o de España.

    La reforma más extraordinaria fue la realizada en febrero de 1811 por la Asamblea, que, con el fin de aumentar las rentas públicas y sacar al país del estado de postración económica, decretó la libertad de comercio. La Asamblea no consideró terminada su obra hasta que se reunió el Primer Congreso Nacional el 4 de julio de 1811. En estos primeros años destacaron muy pronto dos jóvenes caudillos: O’Higgins y Carrera.

    Bernardo O’Higgins había nacido en Chillán en 1778 y su padre, gobernador de Chile, le envió a terminar sus estudios a Inglaterra. Fue amigo de algunos iberoamericanos que intervendrían posteriormente en los movimientos nacionalistas, como Francisco Miranda. Convencido de la necesidad de hacer de Chile un estado independiente, encaminó todos sus esfuerzos en este sentido. Muy ilustrado y valeroso, tenía todas las cualidades de un gran caudillo. Tomó parte activa en el Congreso y se erigió en cabeza del Partido Reformista.

    Un joven y audaz militar chileno, José Miguel Carrera, se convirtió en el verdadero intérprete revolucionario de los radicales. Nacido en Santiago en 1776, mostró desde muy joven un temperamento audaz y arrogante. Su inteligencia y su generosidad le reportaron grandes simpatías. Cuando se produjo la invasión francesa de la Península, estaba en España terminando sus estudios y, alistándose en el ejército para luchar contra los invasores, alcanzó el grado de capitán de caballería. Mientras se recobraba de las graves heridas recibidas en el campo de batalla tuvo noticia de los acontecimientos políticos de Chile y, convencido de que la única forma de hacer progresar las colonias era su independencia, regresó inmediatamente a Santiago para intervenir de forma activa en el Congreso. Temeroso de que la inactividad del Poder Legislativo resultase perjudicial para la independencia, se erigió en dictador en 1811. Su dictadura no fue reconocida en todo el país y, cuando parecía inminente la guerra civil, una invasión procedente del Perú volvió a unir a los chilenos.

    De 1810 a 1813 la revolución había transcurrido pacíficamente. Pero en Chile se temía un ataque de los realistas proveniente del Perú, cuyo virrey puso en ejecución un vasto plan de ataque contra Argentina y Chile; un potente ejército desembarcó en el S. del país y comenzó una lucha sin cuartel; las principales ciudades meridionales cayeron muy pronto en manos de los realistas. Ante estas noticias los patriotas de Santiago se unieron para defender la integridad nacional y las nuevas instituciones. La guerra fue terrible y las tropas chilenas, mandadas por José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins, alcanzaron las primeras victorias. A pesar de las derrotas sufridas, el ejército real se reorganizó muy pronto y logró tomar las ciudades de Talca y Concepción. Para reforzar su acción, el virrey del Perú envió un nuevo contingente de tropas al mando del general Mariano Osorio, que derrotó a los chilenos en Rancagua y entró en la capital en octubre de 1814. Con esta batalla termina la primera parte de la lucha de la Independencia que había corrido a cargo de una minoría enérgica, deseosa de reformar las viejas instituciones. Pero la indecisión de la mayoría de los revolucionarios en optar por la independencia plena o la autonomía y las rivalidades entre los distintos grupos políticos les habían conducido al desastre de Rancagua.


    La consolidación de la Independencia: San Martín.

    Las últimas tropas del ejército chileno, mandadas por O’Higgins y algunos centenares de habitantes de la capital, que formaban en total un contingente de 3000 hombres, atravesaron los Andes por el paso de Uspallata y no se detuvieron hasta Mendoza, donde fueron recibidos por el gobernador de la provincia José de San Martín.

    Este caudillo había nacido en la Argentina en 1778. Su padre, capitán del ejército español, le envió a proseguir sus estudios a la mejor academia militar de Madrid, de donde salió oficial del Ejército y se distinguió en la guerra contra Napoleón, donde obtuvo el grado de teniente coronel. En 1812 volvió a su país y los gobernantes de Buenos Aires le encargaron de la formación de un regimiento de granaderos a caballo para luchar contra los españoles. Pero él concibió un plan más ambicioso, que consistía en atacar al virrey en su propio terreno; para ello era preciso atravesar los Andes, expulsar a los realistas de Chile y atacar a Lima por tierra y por mar. En espera de poner en ejecución este plan, San Martín se retiró a Mendoza. La llegada de los emigrados chilenos le hizo concebir esperanzas de que su plan pudiera ser realizado, ya que hasta entonces no había recibido el apoyo de ningún Gobierno de Hispanoamérica; expuso su plan a O’Higgins y ambos decidieron ponerlo en ejecución. La proclamación de la Independencia argentina el 9 de julio de 1816 reforzó el entusiasmo de las tropas. El «Ejército de los Andes» comprendía 4000 soldados chilenos y argentinos, repartidos en cinco divisiones; el grueso de este ejército comprendía dos de ellas, una bajo el mando de O’Higgins y otra bajo el de San Martín. Después de un mes de penosas marchas franquearon los Andes y llegaron a territorio chileno.

    Mientras tanto, el gobernador Marco del Pont había instaurado un régimen de terror. Desde Santiago envió contra los patriotas un ejército, que fue completamente derrotado en Chacabuco el 12 de febrero de 1817. Marco del Pont huyó a Valparaíso y el «Ejército de los Andes» entró victorioso en Santiago, donde se ofreció a San Martín el gobierno del país, que rehusó. Entonces se nombró director supremo a O’Higgins y el 12 de febrero de 1818 se proclamó la independencia. La resistencia realista continuó en el resto del país merced a los refuerzos enviados por el virrey del Perú, que derrotaron a San Martín en la batalla de Cancha Rayada. Pero San Martín y O’Higgins triunfaron definitivamente en la batalla de Maipú, que tuvo lugar el 5 de abril de 1818.

    La independencia se había consolidado con las victorias militares, pero el país estaba empobrecido por una guerra que había durado ocho años.

    Los servicios públicos estaban desorganizados y el régimen colonial sólo había sido modificado ligeramente. La forma republicana de gobierno iba a encontrar serios obstáculos en su desarrollo. El espíritu militar de los españoles y araucanos se había acentuado en los chilenos, que identificaban un jefe militar con un jefe de estado. El pueblo no estaba preparado ni tenía interés por un régimen popular representativo. Como la guerra había durado largo tiempo y la amenaza realista siguió gravitando durante algunos años sobre la independencia de la República, fue el elemento militar el que prevaleció desde un principio. En sus comienzos la transformación política no fue muy acusada; únicamente se sustituyó la forma monárquica colonial por el gobierno republicano y el poder pasó de los españoles a los criollos. Sólo más tardíamente la revolución significaría un cambio radical en las instituciones sociales.


    La anarquía de los primeros años del siglo XIX. El gobierno de O’Higgins fue progresista y acertado.

    Era un hombre de guerra y un político. Desde un principio tuvo que luchar con graves dificultades: la guerra del sur continuó durante todo su gobierno; la actividad económica se vio constreñida por la inestabilidad política; un temblor de tierra destruyó el gran centro minero de Copiapó y el puerto de Valparaíso. Ante estas dificultades comprendió O’Higgins que la lucha por la independencia sería estéril si no se hacían más esfuerzos por aumentar los ejércitos terrestres y marítimos con el fin de acabar de una vez con el foco realista del Perú. A costa de grandes esfuerzos consiguió reunir un ejército de 5000 hombres y equipar una escuadra de 23 navios. El 20 de agosto de 1820, la escuadra liberadora salió de Valparaíso para el Perú bajo las órdenes de San Martín y, con la ayuda de otros ejércitos hispanoamericanos, consiguió que la independencia del Perú fuera solemnemente proclamada al año siguiente.

    En el interior estableció un Gobierno progresista y sentó las bases constitucionales de la República. Abolió los títulos de nobleza y suprimió ciertas manifestaciones populares que consideraba perniciosas (corridas de toros y peleas de gallos). Dio al país una nueva Constitución y reorganizó la administración pública. Fomentó la agricultura, el comercio y en general todas las actividades económicas. Mantuvo el pacto con la Argentina y estipuló nuevas alianzas con Perú y Colombia. Consiguió además que la independencia de Chile fuese reconocida por Brasil, México y Estados Unidos.

    La rudeza de O’Higgins y el carácter dictatorial de su Gobierno, en razón a las graves circunstancias por las que atravesó, motivaron un malestar político en ciertos sectores del país. Las Constituciones de 1818 y 1822 pretendían asegurar el carácter dictatorial de su Gobierno. El general Ramón Freire, héroe de la independencia, se sublevó en Concepción y pronto le secundaron otras provincias, Los conjurados contaban con numerosos partidarios en Santiago. O’Higgins, ante el fantasma de la guerra civil, optó por la dimisión.

    Una Junta se hizo cargo del poder y nombró dictador supremo provisional al general Freire, que luego fue confirmado en el cargo; suprimió los mayorazgos, decretó la abolición de la esclavitud y promulgó la Constitución de 1823; pero quizá su obra más importante fue el poner término a la dominación española al tomar su reducto de la isla de Chiloé (1826), donde el coronel español Antonio Quintanilla había hecho una heroica resistencia. En esta época se insinúan dos tendencias: «pipiólos» o liberales y «pelucones» o conservadores. No cesaron las conspiraciones y Freire dimitió en 1826. Entonces fue elegido el general Manuel Blanco, que tomó por primera vez el título de presidente de la República; se estableció un régimen federal y Chile quedó dividido en ocho provincias con sus respectivas Asambleas Populares. Las divergencias entre las distintas regiones de Chile y las enormes deudas del país no contribuían a lograr la ansiada estabilidad política. El general Blanco dimitió y, después de varias alternativas, volvió al poder el general Freire, aunque también por poco tiempo. Al triunfar los liberales en 1829 estalló la guerra civil. Freire, al frente de los liberales, hubo de luchar contra la alianza conservadora formada por el general Joaquín Prieto, José Tomás O valle y Diego Portales. La lucha se decidió en la sangrienta batalla de Lircay (17 abril 1830), en la que los liberales fueron completamente derrotados.


    Diego Portales y su obra política.

    En 1831 subió al poder el general Joaquín Prieto, que por medio de su ministro, Diego Portales, iba a poner fin a un periodo de anarquía, inaugurando una larga época de tranquilidad. Diego Portales nació en 1793 en Santiago. Jamás se había ocupado de política; su instrucción era muy elemental y únicamente se había dedicado a los negocios comerciales. El general Prieto le encargó de dos carteras y en su labor desplegó tal actividad que suprimió la anarquía de raíz. Primeramente dio un golpe mortal al militarismo, pues licenció a todos los jefes y oficiales del ejército de Freire. Después, para preservar las instituciones políticas, estableció sobre nuevas bases una Milicia Nacional y reformó la Academia Militar. Con gran dureza reprimió varias tentativas de sublevación, para lo que recibió del Congreso poderes extraordinarios. Su obra más importante fue la Constitución de 1833, cuya perfecta elaboración se evidencia al estar vigente casi un siglo; en ella se establecía un Gobierno Presidencial, se consideraba como religión oficial la católica y se dividía el poder legislativo en Cámara de los Diputados y de los Senadores. El éxito de Portales permitió el mantenimiento del general Prieto hasta 1841.

    La tranquilidad lograda por las medidas de Diego Portales era un tanto aparente. Los hombres del liberalismo, apartados del Gobierno desde hacía largos años, y los jóvenes intelectuales pensaban que el país debía liberarse de la excesiva tutela del Poder Ejecutivo y organizaron nuevos planes de revolución. El general Freire volvió del Perú a la cabeza de un ejército. La situación se agravó al romper Portales las relaciones diplomáticas con el Perú. Las relaciones con este país eran muy tirantes desde hacía tiempo, debido a que los gastos de la expedición liberadora, organizada por O’Higgins, no habían sido satisfechos; por otra parte, Chile no vio con buenos ojos la creación de la Confederación Perú-Bolivia; finalmente, el caudillo de la Confederación Andrés Santa Cruz agravó la situación al favorecer a Freire.

    La guerra contra el Perú no resultó popular en Chile, ya que la masa no comprendía los motivos del conflicto. Aprovechando este descontento, estalló en 1837 una sublevación militar que acabó con la vida de Portales. Su muerte fue considerada como una gran pérdida nacional y la revolución rápidamente reprimida, ya que carecía de organización y no correspondía a ningún movimiento político determinado. Paradójicamente, la guerra que él había emprendido sin consentimiento popular fue reemprendida con el apoyo de toda la nación al suponerse que los asesinos del ministro estaban a sueldo del caudillo de la Confederación. La escuadra chilena se apoderó mediante hábiles maniobras de la flota peruana y el general Manuel Bulnes triunfó fácilmente en la batalla de Yungay (1839). Con esta victoria quedó disuelta la Confederación Perú-Bolivia.

    El triunfo sobre la Confederación colocó a Chile en una posición preeminente entre los países sudamericanos y su ejército fue considerado como uno de los más fuertes y mejor organizados del continente. En las elecciones de 1841 triunfó fácilmente el general Bulnes, vencedor de Yungay, cuyo mandato iba a durar hasta 1851. Bulnes inauguró una época de gran prosperidad para el país: amplió la superficie cultivada e inició las exportaciones de trigo; convirtió a Chile en el primer productor de cobre del mundo y empezó a explotar el carbón del Arauco. Su obra más importante es el comienzo de la colonización de las regiones meridionales: favoreció la instalación de colonos alemanes en la región de Valdivia y al mismo tiempo ocupó el Estrecho de Magallanes, donde fundó Punta Arenas. El progreso económico fue acompañado de un floreciente movimiento cultural: en 1842 se creó la Universidad de Chile para reemplazar a la de San Felipe. Otras fundaciones notables fueron la Quinta Normal de Agricultura, la Escuela Náutica, el Observatorio Astronómico y varias más. Tuvo también un gran éxito en política internacional: intentó una aproximación con el Perú y consiguió la firma de un Tratado con España (1844) por el que esta nación reconocía la independencia chilena.

    En 1851 subió al poder Manuel Montt, uno de los mejores ministros del presidente anterior, cuyo mandato duraría hasta 1861. En su periodo siguió el programa de colonización iniciado por sus antecesores, impulsó el desarrollo de las comunicaciones y fundó los primeros bancos de crédito agrícola, minero e industrial. Algunos levantamientos fueron rápidamente reprimidos. Entre sus obras más importantes destaca el Código civil de 1855, redactado por Andrés Bello sobre la base del Código de Napoleón.

    En 1861 subió a la presidencia José Joaquín Pérez, con el que se inicia la serie de presidentes liberales. Este nuevo ciclo de la política chilena no implicó la renuncia a la obra iniciada por Portales, ya que la línea política de los liberales no hizo sino continuar la de los conservadores. Con una política moderada y conciliadora el presidente aseguró la tranquilidad en el interior. El acontecimiento más importante en el exterior fue la guerra con España. Al intentar este país apoderarse de las Islas Chinchas, Chile, movido por sentimientos fraternales, se alió en 1865 con Perú, Bolivia y Ecuador a fin de sostener a los peruanos en esta guerra. Los dos hechos más importantes de esta lucha fueron la captura de la cañonera española Covadonga por la corbeta chilena Esmeralda mandada por el capitán William Rebolledo, y el bombardeo de Valparaíso por el grueso de la Armada española. Las consecuencias de esta guerra reanimaron entre los estados hispanoamericanos el sentimiento de solidaridad, pero éste no se manifestó en hechos verdaderamente positivos por el espinoso problema de las delimitaciones fronterizas. En este sentido Chile firmó con la Argentina un acuerdo por el que se reconocían los derechos chilenos sobre el Estrecho de Magallanes y se dividía por mitad la Tierra de Fuego. En cambio, las fronteras con Bolivia iban a ser motivo de conflicto, en el que se vería envuelto el Perú. Pérez acabó su mandato en 1871; con él terminan las presidencias de mandatos decenales. Sucedióle Federico Errázuriz (1871-76), ministro del anterior gabinete, que reorganizó la marina, introdujo grandes reformas liberales, como la secularización de la enseñanza, y presto su apoyo a- la Exposición Universal de Santiago (1875).


    La guerra del Pacífico y las reformas interiores.

    Bajo la presidencia de Aníbal Pinto (1876-81) se desencadenó la guerra del Pacífico, que tañía importancia iba a tener en la historia chilena. Bolivia y Chile habían firmado en 1866 un Tratado en virtud del cual se reconocía la soberanía boliviana al N de los 24° de latitud a cambio de la salvaguarda de los intereses chilenos establecidos en el litoral boliviano. Este Tratado fue ratificado en 1874 por otro complementario mediante el cual Bolivia se comprometía a no imponer nuevas contribuciones a las compañías chilenas que explotaban los salitrales. El motivo inmediato de la guerra fue la negativa de una compañía chilena explotadora de salitre a pagar un impuesto de 10 centavos sobre el quintal de salitre exportado por el puerto de Antofagasta, impuesto que se consideró vulneraba el tratado antedicho. Ante esta negativa Bolivia se incautó de dicha compañía, a lo que respondieron los chilenos con la ocupación militar de Antofagasta. El Gobierno peruano, en buenas relaciones con los dos países, intervino como mediador, pero se vio envuelto en la guerra al saberse la existencia de un tratado secreto de alianza con el Gobierno boliviano, firmado en 1873. El 5 de abril de 1879, Chile declaró oficialmente la guerra a Bolivia y Perú. La guerra tuvo una primera fase marítima, en la que Perú llevó ventaja en un principio; el desigual combate librado entre el viejo navío chileno Esmeralda y el acorazado peruano Huáscar, que terminó con el heroico sacrificio del primero, mandado por Arturo Prat, estimuló al ejército chileno, que bajo el mando del general Baquedano libró victoriosamente las batallas de Tacna, Chorrillos y Miradores y entró en Lima el 17 de enero de 1881, con lo que se ponía fin a la guerra. Como consecuencia de esta derrota Perú tuvo que abandonar la provincia de Tarapacá y ceder durante diez años las de Tacna y Arica hasta que un plebiscito decidiera su posesión definitiva, pagando el país que resultara favorecido una indemnización de 10000000 pesos. Al mismo tiempo, Chile conservó la provincia boliviana de Antofagasta; pero Bolivia consiguió como compensación en 1904 que Chile tomase a su cargo la construcción de un ferrocarril de La Paz a Arica y declarase a esta ciudad puerto franco para Bolivia. En 1929 se decidió que Chile devolviese Tacna y conservase Arica a perpetuidad.

    En el interior se acentúa cada vez más el espíritu reformista preconizado por los Gobiernos liberales que sucedieron a los conservadores. Las dos tendencias políticas más importantes del país divergían solamente en cuestiones de orden religioso y constitucional: en tanto que para los conservadores la autoridad política y los dogmas religiosos eran fundamentales para el progreso colectivo, para los liberales la libertad política y la de pensamiento eran condiciones indispensables para el progreso social. Un nuevo partido, el radical, comenzó a cobrar importancia: compartía las ideas liberales de reforma, pero exigía su aplicación inmediata; este nuevo partido estaba constituido por representantes de la aristocracia, de la clase media y, especialmente, del proletariado, que reclamaba la solución de sus problemas sociales. Bajo la presidencia de Domingo Santa María (1881-86) se promulgaron las leyes relativas al matrimonio civil y al carácter laico de los cementerios. El presidente José Manuel Balmaceda (1886-91) continuó la obra de su antecesor y realizó una de las administraciones más progresivas de Chile; su oposición a la Iglesia y el personalismo de su Gobierno engendraron una revolución que acabó con el presidencialismo y motivó el suicidio de Balmaceda el mismo día que terminaba su mandato presidencial. El Congreso nombró presidente provisional a Jorge Montt que más tarde fue ratificado en el cargo por unas elecciones; con él se inicia un periodo que se ha llamado oligarquía parlamentaria. Las consecuencias de esta revolución fueron dobles: por un lado la revolución benefició a los empresarios, industriales y mineros, que desbancaron a los terratenientes y hacendados de antes; por otra parte la presidencia de la República se convirtió en un cargo meramente representativo, el Gobierno perdió su unidad y durante muchos años la inestabilidad ministerial fue el régimen político normal.


    La obra de Alessandri, el presidencialismo y los problemas sociales.

    El auge de las fuerzas obreras, que se había evidenciado en Europa en los primeros años del siglo xx, no tardó en manifestarse en Chile, especialmente en los últimos años del parlamentarismo. En 1920 subió a la presidencia Arturo Alessandri (15 de junio) merced al apoyo de los partidos populares y propuso al Congreso la adopción de un grupo de leyes muy avanzadas en materia social. Estos proyectos suscitaron una violenta oposición por parte de los sectores tradicionales y ante ella Alessandri tuvo que dimitir en 1924.

    Su gran popularidad motivó una honda inquietud en el sector laboral, por lo que nuevamente fue llamado al poder en 1925. Convencido Alessandri de que su programa no sería efectivo si no se reforzaban los poderes del presidente, hizo aprobar la Constitución de 1925, en la que además se separaba a la Iglesia del Estado. Aprobada la Constitución, al no conseguir que la designación de presidente se hiciera por una Asamblea de todos los partidos, Alessandri volvió a renunciar a la presidencia. En los años posteriores el nuevo régimen tuvo que luchar por asegurar el respeto de las instituciones al Poder Ejecutivo otorgado por la reforma de 1925. Durante el mandato del general Carlos Ibáñez (1927-31) se modernizó la administración pública, se continuó el plan de grandes trabajos públicos iniciados por el presidente Balmaceda y se promulgó un Código de Trabajo que mejoraba sensiblemente la situación de los trabajadores; en el plano internacional destaca la solución del conflicto de límites con el Perú a base de un arreglo de equidad.

    La crisis económica mundial de 1929-31 afectó duramente a Chile, originó graves revueltas sociales y determinó la dimisión del presidente Ibáñez. Después de un año de disturbios subió nuevamente al poder el presidente Arturo Alessandri, que afirmó el régimen presidencialista y continuó su obra de progreso social. El panorama social había cambiado y los partidos de izquierda, unidos a los radicales, juzgaron insuficiente la política laboral del presidente y le manifestaron su abierta oposición.

    El presidente Alessandri terminó su periodo constitucional en 1938, siendo sucedido por el candidato del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda, catedrático de la Universidad de Chile y especialista en cuestiones agrícolas, que triunfó sobre liberales y conservadores. A su muerte su obra fue continuada por Juan Antonio Ríos, que se mantuvo en el poder de 1942 a 1946. El triunfo de Gabriel González Videla parecía señalar el definitivo predominio de la izquierda; en 1948, ante las graves huelgas desencadenadas por los obreros de las regiones mineras, bajo la presión de liberales y conservadores, el Partido Comunista fue declarado ilegal y sus miembros apartados de los ministerios.

    En 1952 fue elegido para un segundo mandato el general Carlos Ibáñez del Campo, muy popular por su austeridad, su diligencia y su probidad administrativa; durante su presidencia ha pretendido combatir la inflación mediante enérgicas medidas económicas y financieras. En 1958 fue elegido Jorge Alessandri (noviembre) hijo de Arturo Alessandri que había sido ministro de Finanzas con el Gobierno de González Videla y ha seguido la política antiinflacionista de su antecesor, tomando medidas más enérgicas.

    Con el apoyo de la Unidad Popular, Salvador Allende fue electo en 1970. El 11 de septiembre de 1973 se produjo un golpe de Estado que acabó con el gobierno de Allende, quien se suicidó tras el bombardeo al Palacio de La Moneda.

    Tras el golpe de Estado, se instauró una dictadura militar encabezada por Augusto Pinochet, comandante en jefe del Ejército. En 1978 Chile y Argentina se enfrentaron en el conflicto del Beagle,

    A fines de los años 1980, Pinochet inició un proceso de retorno a la democracia que culminó con el plebiscito del 5 de octubre de 1988 y la victoria de la opción No con el 54,71 % de los votos escrutados. Augusto Pinochet dejó el cargo el 11 de marzo de 1990 y asumió Patricio Aylwin como primer presidente del periodo conocido como Transición. Su sucesor, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, asumió en 1994.

    Para más información ver: Chile, país.
Actualizado: 18/11/2016 - Autor: Leandro Alegsa
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  • José Antonio Manso de Velasco: aspectos político, económico y religioso

    José Antonio Manso de Velasco (1688-1767) fue un destacado político y gobernador español que desempeñó importantes cargos en Chile. A continuación, te presento una breve descripción de su aspecto político, económico y religioso:

    - Aspecto político: Manso de Velasco fue nombrado gobernador de Chile en 1737, cargo que ocupó hasta 1744 y luego de nuevo desde 1755 hasta 1761. Durante su mandato, impulsó importantes reformas en el ámbito político, como la creación de nuevos cargos administrativos y la promulgación de nuevas leyes para mejorar la vida de los ciudadanos. Además, se preocupó por mantener buenas relaciones con los pueblos indígenas de la zona y promovió la construcción de fortificaciones para proteger la zona de posibles invasiones extranjeras.

    - Aspecto económico: Manso de Velasco también se preocupó por el desarrollo económico de Chile, impulsando la minería y el comercio con otros países. Durante su mandato, se fundaron varias ciudades y se crearon nuevas rutas comerciales que permitieron un mayor intercambio de bienes y servicios. Además, promovió la construcción de infraestructuras como caminos, puentes y puertos para facilitar el transporte de mercancías.

    - Aspecto religioso: Manso de Velasco también tuvo una importante influencia en el ámbito religioso de Chile. Durante su mandato, se construyeron varias iglesias y se fundaron nuevas órdenes religiosas, como los jesuitas y los mercedarios. Además, se preocupó por la educación y la formación de los sacerdotes, impulsando la creación de una universidad en Santiago.
  • Resumen de la Historia de Chile

    La historia de Chile se remonta a la época precolombina, cuando diversos pueblos originarios habitaban el territorio. En el siglo XVI, los españoles llegaron al país y comenzaron a colonizarlo, estableciendo ciudades y explotando los recursos naturales. Durante la época colonial, Chile formó parte del Virreinato del Perú y luego del Virreinato del Río de la Plata.

    En 1810, Chile declaró su independencia de España, tras un proceso liderado por figuras como Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera. A pesar de enfrentar diversas dificultades, como la Guerra de la Independencia y la Guerra del Pacífico, Chile logró consolidarse como una nación independiente y se convirtió en uno de los países más estables y prósperos de América Latina.

    En el siglo XX, Chile vivió diversos hitos importantes en su historia, como la presidencia de Salvador Allende y el posterior golpe de Estado liderado por Augusto Pinochet, que se mantuvo en el poder durante 17 años. En 1988, se llevó a cabo un plebiscito que puso fin a la dictadura y abrió el camino a la transición a la democracia.

    Hoy en día, Chile es un país con una economía diversificada y una sociedad multicultural, que enfrenta desafíos como la desigualdad social y la protección del medio ambiente.


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  • ¿Por qué es importante el tema de la democracia de Chile?

    La democracia es un sistema político que se basa en la participación ciudadana y en la elección de los representantes a través del voto. En Chile, la democracia ha sido una lucha constante, especialmente durante la dictadura militar que gobernó el país entre 1973 y 1990. Por esta razón, la democracia en Chile es un tema importante ya que representa un logro histórico y un valor fundamental para la sociedad chilena.

    Además, la democracia en Chile ha permitido la creación de instituciones sólidas y la implementación de políticas públicas que han mejorado la calidad de vida de los ciudadanos. La democracia también ha facilitado la cooperación internacional y el fortalecimiento de las relaciones comerciales con otros países.

    Sin embargo, la democracia en Chile aún enfrenta desafíos y problemas que deben ser abordados. Por ejemplo, la desigualdad económica y social sigue siendo un problema importante, lo que ha generado una falta de confianza y participación ciudadana en el sistema político.

    Por lo tanto, es importante continuar trabajando para fortalecer la democracia en Chile, fomentando la participación ciudadana y garantizando la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.


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Fuentes bibliográficas y más información de historia de Chile:

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Abreviaturas empleadas en la definición
Mar. = Marina
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Cómo citar la definición de historia de Chile
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