Inmigración Europea En América (Continente)

1. Comenzó la corriente inmigratoria nada más iniciarse la colonización y descubrirse las grandes riquezas agrícolas y mineras del continente americano. Los inmigrantes fueron al principio casi exclusivamente españoles y portugueses, a los que luego se sumaron ingleses, franceses y holandeses. Posteriormente llegaron inmigrantes de todos los países de Europa, además de chinos, japoneses y negros. La inmigración ha tenido periodos de gran intensidad y otros en los que sufrió una gran paralización por diversas causas, como la Guerra de Secesión en Norteamérica, algunas crisis cafeteras en Brasil y agrícolas o ganaderas en Argentina, azucareras en Cuba y otras Antillas, o bien las guerras civiles: Uruguay, Paraguay, Brasil, México, etcétera.
   
   En general, el aflujo de europeos fue constante y progresivo y alcanzó su máximo apogeo en el siglo 19, pues en el siglo 20 una serie de leyes restrictivas impuestas por algunos países —Estados Unidos en especial— ha limitado la inmigración. Las leyes restrictivas fueron particularmente dirigidas contra los pueblos asiáticos, que significaban una competencia fuerte para la mano de obra blanca. Otros países poco poblados, como Chile, favorecen en cambio la inmigración, pues necesitan aumento de población para su desarrollo económico.
   
   Tres razas distintas han contribuido a poblar América. La inmigración de amarillos es reciente y producida por la superpoblación de Japón y China; se ha dirigido principalmente a los países que tienen fachada al Pacífico: Estados Unidos, Canadá, Perú, Chile y también algunas Antillas, pero han llegado incluso a la vertiente atlántica en los estados meridionales del Brasil.
   
   La raza negra acudió a América para los duros trabajos agrícolas y mineros, imposibles de ejecutar por los blancos en un clima cálido y difíciles de realizar por los indígenas, bastante indolentes. La introducción de esclavos negros comenzó en el siglo xvi y se propagó con rapidez, principalmente en el sur de Estados Unidos, América Central, Antillas y norte de América del Sur. Hoy persiste en número bastante elevado, aunque, naturalmente, no sometida al régimen de esclavitud.
   
   Pero la raza que ha dado el mayor número de inmigrantes ha sido la blanca. Al principio la colonización española se dirigió con preferencia a México, Antillas, América Central, Perú, Bolivia y Argentina, y la portuguesa al Brasil; luego la supremacía se trasladó a Estados Unidos con el aflujo de los franceses a la zona del San Lorenzo y toda la cuenca del Mi-sisipí, de los ingleses a las costas orientales e incluso de los españoles al S y SO del país. La diferenciación racial de los inmigrantes fue consecuencia de dos factores: la nacionalidad de los conquistadores y las condiciones del clima. Así, Norteamérica se ha visto sobre todo poblada por anglosajones, escandinavos, germanos, pero también franceses, italianos y otros pueblos latinos, eslavos y hasta turcos. En el resto de América, de México para el S, ha sido el elemento latino el preponderante: los españoles en todas partes, los portugueses en Brasil, los italianos y franceses en Brasil, Uruguay y Argentina. Pero no faltan tampoco en esta zona atlántica ingleses y alemanes que dirigen con sus capitales y su técnica las grandes empresas económicas. Venezuela, sobre todo, ha recibido gran número de inmigrantes de todas las nacionalidades europeas, atraídos por la prosperidad económica que emana del petróleo.
   
   Estos aportes a la raza indígena han formado, en suma, los pueblos americanos; la proporción racial es muy distinta de unos países a otros, pues si Canadá, Puerto Rico, Chile, Argentina, Uruguay y Venezuela son de población casi totalmente blanca, hay en cambio otros de predominio mestizo, como México y, en general, toda la América Central continental, los países andino y Paraguay, mientras que en algunos, finalmente, corresponde la supremacía al elemento negro, como la isla de Haití y las Pequeñas Antillas. Además de las razas puras existen mezclas, especialmente abundantes en la América hispana, como los mestizos (blanco-indio), mulatos (blanco-negro), zambos (indio-negro) y otras muchas intermedias, según el grado de cruzamiento.
   
   La proporción de amerindios es elevada en México, Guatemala, Salvador, Honduras, Nicaragua, Ecuador, Perú y Bolivia. La población negra es todavía importante en el S de Estados Unidos, Brasil, Panamá, Cuba y Ecuador; los amarillos forman su grupo más fuerte en las islas de Martinica y Jamaica, el O de Estados Unidos, las costas del Perú y los estados meridionales del Brasil.
   
   Como consecuencia de su diversa formación racial y del distinto origen de los inmigrantes, aparte de los muchos dialectos hablados por los indígenas, se hablan en América los siguientes idiomas europeos: el español, en el S de los Estados Unidos, México, América Central, parte de las Antillas y toda América del Sur menos el Brasil y las Guayanas; el portugués, en Brasil; el francés, en sus Antillas, Haití, gran parte del Canadá y las colonias etnográficas de franceses repartidas por otros países; el inglés, en Canadá, Estados Unidos y la Federación de Indias occidentales y como lengua comercial por otras muchas personas; el alemán, noruego, danés, sueco, italiano, etc., en algunos Estados por los pobladores descendientes de esas nacionalidades.
   
   Dos son las religiones dominantes fuera de los cultos indígenas, en su mayor parte abolidos: la católica y la protestante. La primera se extiende por casi toda América central y meridional, parte del Canadá (la de origen francés) y bastantes focos de Estados Unidos. Son protestantes el resto del Canadá y Estados Unidos y algunas colonias europeas en otros países.
   
   Para más información ver: américa (continente).

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