La sangre llega a todas las partes del cuerpo para transportar a las células y recoger de ellas numerosas substancias. Un examen cuidadoso de los elementos que la constituyen en un momento dado ayudará, pues, a conocer el estado del organismo (v. Enfermedad y principios de tratamiento médico, Diagnóstico, Sangre). El análisis de los elementos de la sangre por medio de un recuento de glóbulos o por la prueba del tiempo de coagulación (v. Sangre) nos demuestra si hay o no enfermedad infecciosa o si la misma sangre es adecuada como unidad funcional (v. Anemia). Análisis especiales permiten determinar también los elementos peculiares de una muestra individual, por ejemplo, si contiene factor Rh, o el tipo de aglutinógeno y aglutininas presentes en ella. De este modo puede clasificarse la sangre de acuerdo con el grupo, extremo de vital importancia cuando se han de administrar Transfusiones (v. Grupos sanguíneos). La sangre transporta a los tejidos substancias como la glucosa y el oxígeno. Estos y otros constituyentes normales de la sangre están siempre presentes en cantidades reducidas y restringidas, salvo en periodos de enfermedad o cuando el cuerpo se encuentra sometido a una tensión o esfuerzo desusado. Así, un análisis de sangre que revele la existencia de un nivel constante de glucosa muy elevado será indicador de Diabetes. Un nivel de hemoglobina constantemente bajo indica falta de oxígeno y es una forma de anemia. Ciertas pruebas sanguíneas permiten descubrir disfunciones del hígado (v. Hígado, Pruebas funcionales hepáticas). Finalmente, la sífilis puede ser diagnosticada por medio de reacciones del suero sanguíneo. Véase Sífilis.