(1489-1556). Clérigo y reformador inglés, nacido en Aslacton (Nottinghamshire). Estudió en la Universidad de Cambridge, en cuyo centró enseñó luego desde su ordenación en 1523 hasta 1529. Como examinador público de Teología en Cambridge, declaró que el matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón era nulo por razón del matrimonio anterior de aquélla con el príncipe Arturo y que, previo el estudio de la cuestión por los teólogos de la universidad, podía resolverse sin necesidad de apelar a Roma. Enrique le ordenó que expusiese sus opiniones en un tratado y le envió a Roma (1530) y al emperador Carlos I (1532) en defensa de su causa. Durante su estancia en Alemania casó con la nieta de Osiander, el reformista, pero para entonces, se había hecho insustituible a Enrique VIII, que le nombró arzobispo de Canterbury (1533). En esta calidad declaró el matrimonio de Enrique y Catalina nulo e inválido, facilitando así el consorcio de Enrique con Ana Bolena.
Como consejero del Rey en asuntos eclesiásticos y políticos, defendió con vigor la ruptura de todos los lazos con Roma, manteniendo la supremacía de la Corona en asuntos eclesiásticos. Bendijo varios de los matrimonios de Enrique VIII. También logró vencer cuantas objeciones se oponían al matrimonio de los clérigos.
En 1547, a la muerte de Enrique VIII, perteneció al consejo de regencia durante la minoría de Eduardo VI. Durante este periodo la Reforma logró rápidos progresos. Publicó el Catechism or Short Instruction into the Christian Religion (1548) y Defence of the True and Catholic Doctrine of the Sacrament (1550) contra la doctrina de la Transubstanciación. Al morir el joven soberano (1553), cometió la torpeza de dar su aprobación al edicto que nombraba sucesora del trono a Juana Grey, aunque Enrique VIII había señalado heredera a María Tudor. Cuando ésta ascendió al trono, Cranmer, abandonado por los demás partidarios de Juana, fue declarado culpable de traición y despojado de su investidura episcopal. La «reforma» tan ardorosamente defendida por Cranmer, según la cual un monarca tenía derecho a determinar la religión del Estado e imponerla a todos sus súbditos, se volvió entonces contra él, ya que María era católica. Cranmer firmó varias retractaciones en las que admitía la supremacía papal, pero, cuando fue llevado a la iglesia de Santa María para que se retractase en público, asombró al público declarando que, aunque las retractaciones fueron obra de su mano, eran contrarias a los principios que anidaban en su corazón. De esta manera quedaba preparado el escenario para el cuadro final. Una vez junto a la hoguera que había de quemarle por hereje, metió su mano derecha entre las llamas para que fuese quemada primero, al tiempo que decía: «Esta indigna mano fue la culpable»
