Se presenta en las quemaduras y escaldaduras de la piel, especialmente en las producidas por los rayos solares. Se supone que algún agente estimula continuamente las terminaciones nerviosas desnudas, tal vez algún irritante químico liberado in situ por las células lesionadas o destruidas por la quemazón. De un tanto distinta naturaleza es la hipersensibilidad que aparece en la región adyacente a la parte injuriada. Todo ello se interpreta como una reacción en favor de la parte dañada, a la que se quiere guardar de ulterior daño y poner en proceso de curación. Se ha sugerido la posibilidad de que en esta tarea intervengan ciertos nervios nocifensores especiales. En cualquier caso la persistencia del dolor subsiguiente a una lesión diferencia claramente este sentido de todos los demás, ya que en el dolor no existe adaptación, es decir, tendencia a agotarse la intensidad sensitiva. Ello explica por qué en ciertas situaciones el dolor continuo puede impedir la actividad normal, hacer difícil o imposible el sueño e impulsar apremiantemente a buscar alivio en la distracción.