Un color puede definirse mediante tres características o variables adecuadamente escogidas. Como dichas características y las direcciones hacia uno u otro de los extremos del espectro en que pueden diferenciarse los distintos colores no son evidentes por sí mismas y como las escalas de color sólo pueden construirse haciendo referencia a superficies reales, ha habido mucha confusión en este campo. En la nomenclatura de la Optical Society of America dichas variables son: el matiz, el brillo (para las superficies) o la intensidad luminosa (para los manantiales de luz) y la saturación. Esto significa, hablando en lenguaje corriente, que el matiz es la variable que da origen a los nombres de los colores, como rojo, azul o verde y depende de la longitud de onda dominante, es decir, de la longitud de onda de la luz monocromática con cuyo color coincide. Dos colores pueden tener el mismo matiz, pero uno de ellos ser más claro o más luminoso que el otro. Dos colores pueden coincidir en matiz y brillo, pero diferir en saturación, es decir, en el porcentaje de cada matiz que contienen.