Geológicamente la Meseta Central constituye un viejo macizo herciniano vinculado en su tectónica y morfología a los grandes sistemas orográficos de Europa central. Sin embargo, por su unidad estructural, extensión y aridez posee una personalidad geográfica característica. Sometida a intensa glaciación, quedó cubierta de detritos y sedimentos glaciares procedentes de las elevaciones superiores. Que su aridez ha persistido durante mucho tiempo lo demuestran por un lado sus depósitos de grava, sal, arcilla y yeso y por otro, la presencia en ella de mesas y profundos valles escalonados, formados por el Duero y sus tributarios en Castilla la Vieja y el Tajo y los suyos en la Nueva. La elevación general de la Meseta oscila entre 500 y 1000 m, pero las montañas alcanzan a menudo los 1800 y los picachos más de 2000, como sus puntos culminantes, Plaza del Moro Almanzor (2661 m) y Acucalito (2418), ambos en la Sierra de Gredos. De cualquier manera, debido a los repetidos levantamientos y hundimientos registrados en su historia estructural, presenta dos aspectos topográficos perfectamente diferenciados: el llano y el relieve fragoso. El primero encuentra su más genuina representación en la región de la Mancha, en el SE, que se extiende fuera de los lindes políticos de Castilla, y el segundo en las numerosas sierras que la accidentan en su casi total periferia: Montes Cantábricos (N), Sierra de La Culebra (NO), Sierra de Gata (O), Sierra Morena o cordillera Mariá-nica (S) y Serranía de Cuenca (E). Además, esta penillanura aparece atravesada en dirección NE-SO por la Sierra de Guadarrama y la Sierra de Gredos, que, formando la barrera natural entre las dos Castillas, elevan considerablemente su altitud y la dividen en dos submesetas: septentrional y meridional, La llanura presenta una suave pendiente hacia el O que determina la dirección de los ríos a partir del Sistema Ibérico, gran divisoria de aguas. Castilla la Vieja aparece delimitada más imprecisamente que la Nueva, pues en sus confines naturales alternan anchurosas vegas, mientras la segunda está orlada, salvo su gran llanura, la Mancha, ininterrumpidamente de accidentados relieves. La mayoría de sus ríos van a desaguar en el Océano Atlántico, como el Duero, gran colector de la submeseta septentrional, y el Tajo y el Guadiana, de la meridional. El Ebro y el Júcar, en cambio, vierten sus aguas en el Mar Mediterráneo.
