En octubre y noviembre de 1957 la URSS logró poner en órbita en torno a la Tierra dos satélites que pesaban 80 kg el primero y 500 el segundo (v. Satélite). El primero fue lanzado al espacio por un cohete trifásico; el segundo, que se
situaba a unos 1700 km de la tierra en su apogeo, alcanzó una velocidad de casi 30000 km/hora.
Aunque rezagados con respecto a la URSS en ese momento en tecnología de cohetes, los Estados Unidos también tenían un programa de lanzamientos. Su objetivo inmediato era la puesta en órbita de satélites terrestres que ayudaran al estudio de las capas superiores de la atmósfera durante el Año Geofísico Internacional (julio 1957-diciembre 1958). Los éxitos rusos sirvieron para espolear al programa norteamericano.
El primer satélite estadounidense, Explorer I, fue colocado en órbita el 31 de enero de 1958 por un cohete Júpiter-C bifásico preparado por el Ejército, del cual han seguido una serie de lanzamientos mediante cohetes de diversos tipos.
A comienzos de 1959 los Estados Unidos se hallaba ocupado en crear cohetes monofásicos con empujes superiores a 675000 kg.