Posee Cuba numerosas bahías, amplias y seguras, que han facilitado el desarrollo del comercio exterior y tienen como característica común la de poseer un estrecho y profundo canal de entrada y un interior bastante más amplio. Reciben el nombre de «bahías de bolsa» y se originaron por el movimiento de ascenso y descenso de la costa durante el Pleistoceno; en los movimientos de ascenso los arrecifes coralinos formaron una barrera que los ríos debieron romper para salir al mar; en los de descenso entraron por ese portillo las aguas del mar y unificaron todas las corrientes de agua en un valle de cubeta, que más tarde constituyó el amplio interior de la bahía. Con un nuevo ascenso los ríos labraron su salida al mar, tallando el valle en nuevos y profundos cauces, y así se explican los numerosos lóbulos que hay en el interior de algunas bahías. Entre las «bahías de bolsa» más notables se pueden señalar las de La Habana, Santiago, Guantánamo, Mariel, Matanzas, Nuevitas, y Nipe.
Estos mismos movimientos de transgresión y regresión en las zonas litorales son los que han formado las terrazas marinas que descienden escalonadamente hacia la costa. Como restos de estos movimientos quedan en ambos litorales, pero en especial en el del N, numerosos cayos o islotes, de forma alargada y frecuentemente cubiertos por corales fósiles.
Desde el Cabo San Antonio, en el extremo occidental de la isla, hasta la Punta de Maisí, en el oriental, la costa septentrional es mucho menos recortada que la meridional en la que a sus bahías de bolsa hay que unir amplios senos y golfos. Sobre el Golfo de México y entre el Cabo San Antonio y Da Habana la costa está finamente cincelada por las pequeñas «bahías de bolsa» de Guadiana, Honda, Cabañas, Mariel y La Habana. En su avance hacia el E, la costa se hace rectilínea y acantilada hasta la bahía de Matanzas, también de tipo «bolsa». La estrecha Península de Hicacos protege la bahía de Cárdenas, ampliamente abierta al mar y de la citada península se desprende hacia Oriente el denso cayerío Sabana-Camagüey, en el que los cayos aumentan de tamaño hacia el E: Coco, Romano, Guaiaba y Sabinal, todos los cuales separan a Cuba del Canal Viejo de las Bahamas. El último de los cayos citados casi cierra la amplia «bahía de bolsa» de Nuevitas. Más al E quedan las de Manatí, Puerto Padre y Gibara por las que se llega a las amplias y lobuladas bahías de Banes, Nipe y Levisa, que forman un conjunto armónico. Las sierras litorales de Oriente hacen más al E la costa abrupta y maciza, y tras la bahía de Baracoa se alcanza la Punta Maisí.
En la costa sudoccidental los principales entrantes marinos están constituidos por las ensenadas de Corrientes y Cortés y el amplio Golfo de Batabanó; entre los accidentes terrestres la Península de Guanahacabibes, el Cabo Francés y la Península de Zapata, que cierra por el E el Golfo de Batabanó. Cerca de la costa se encuentran numerosos grupos de cayos: Guzmanes, Cayamas, Culebra y del Hambre. Más al S la importante isla de Pinos, montañosa en la parte central y baja y arenosa al S y al E; en su parte occidental se forma la amplia ensenada de Siguanea y desde su costa oriental se desprende, como un largo penacho isleño de casi 200 km de largo, el cayerío de los Canarreos con casi un centenar de islotes. Pasada la cenagosa Península de Zapata, orlada también de cayos, se presentan las bahías de Cochinos y Cienfuegos, frente a la primera de las cuales se hallan los cayos de Banco Jardines. La Sierra de Trinidad determina una costa abrupta y acantilada, pero más al E se vuelve a las costas bajas y de marismas en que se abren los grandes golfos de Ana María y Guacanayabo. Frente a este litoral se extiende el archipiélago de los Jardines de la Reina. El resto de la costa cubana meridional es abrupta y maciza, por la proximidad de Sierra Maestra; las «bahías de bolsa» de Santiago de Cuba y Guantánamo son los accidentes principales de esta costa suroriental de Cuba.
