La corriente de hulla que vomitan las minas, bien sean subterráneas o de laboreo a cielo abierto, está mezclada con diversas impurezas, que reducirían la potencia calorífica del carbón y disminuirían su utilidad como combustible. El consumidor desea un carbón de tamaño apropiado, para asegurar el funcionamiento perfecto de su maquinaria, por lo que el producto procedente de la mina debe limpiarse y clasificarse. El volcadero en las minas de carbón bituminoso y el triturador en las de antracita son las instalaciones que realizan tal función de clasificación y limpieza. En la época del pico y la pala, los mineros separaban gran parte de las materias impuras al cargar el carbón en las vagonetas; las máquinas que han sustituido a los mineros en esta operación no pueden establecer diferencia entre un trozo de pizarra y un trozo de hulla. Algunas minas poseen mesas de clasificación en las que se hace pasar el carbón lentamente sobre una criba al entrar en la instalación separadora. Los operarios situados en las mesas inspeccionan el carbón y echan el de calidad inferior o las pizarras a depósitos especiales de desecho. La mayor parte de las operaciones de limpieza, clasificación, trituración y carga se realizan por medio de maquinaria automática.
El método «medio-denso» de limpieza del carbón utiliza el principio de las diferencias en peso específico entre el carbón y los esquistos arcillosos, la piedra arenisca y demás impurezas. La hulla que sale de la mina atraviesa depósitos de agua especialmente tratada para hacer que su peso específico sea de un valor intermedio entre el del carbón y el de los materiales de desecho, al objeto de que aquél flote, mientras que las impurezas se hunden. Otro procedimiento emplea corrientes de aire para realizar el mismo trabajo. Una vez desembarazado de impurezas, el carbón se tritura si es necesario, se criba con objeto de clasificarlo y a veces se lava o se somete a un tratamiento para reducir el polvo.
