¿Alguna vez te has quedado mirando una palabra pensando: “¿Esto está bien escrito o acabo de invocar a algún demonio gramatical?”
Bueno, “espirar” y “expirar” son dos de esas palabras tramposas. Se parecen tanto que hasta los correctores automáticos se confunden, pero créeme, no significan lo mismo. Vamos a dejarlo claro de una vez.
“Espirar” es lo que haces justo después de inhalar. Sí, ese suspiro que sueltas cuando ves la cuenta del banco o cuando te acuerdas de que tienes que trabajar el lunes.
Es simplemente sacar aire de los pulmones. Ni más, ni menos. Médicos, entrenadores y hasta yoguis usan esta palabra todo el tiempo.
Si te dicen: “Espirar profundamente”, no te asustes, solo quieren que respires bien, no que te despidas del mundo.
Ejemplo:
Respira hondo… y ahora espira lentamente.
Fácil, ¿no?
Ahora, aquí viene el drama. “Expirar” tiene dos grandes sentidos. El primero, y el más mortal, es “morir”. Sí, así de simple. Cuando lees en una noticia “expiró a los 90 años”, no pienses que simplemente soltó aire, sino que soltó el alma.
El otro significado es menos trágico, pero también importante: “expirar” se usa para cosas que terminan, como un contrato, un plazo o, peor aún, la fecha de tu yogurt favorito. Cuando algo expira, ya fue, se acabó, fin del juego.
Ejemplo:
Mi pasaporte expira en 2025 (¡y el mío ya caducó, tengo que renovarlo!).
O peor:
Expiró tras una larga enfermedad. (Aquí sí, el asunto es serio).
Espirar → Aire sale.
Expirar → Vida (o tiempo) se acaba.
¿Ves la diferencia? Uno te deja seguir con tu día; el otro… bueno, solo esperemos que tarde mucho en llegar.