• « En la década del 60, los biologistas defendieron a capa y espada que todo se trataba de una transmisión genética, un inalterable código indispensable para descollar en lo mental. Por su parte, los culturalistas se atrincheraban en el hecho de que casi nunca los genios son hijos de personas igualmente brillantes, y por ello enarbolaban la posibilidad de desarrollar la capacidad cerebral con un entorno favorable y buena voluntad. »
