• « Este poder de cambiar el yo cambiando nuestras palabras está bien documentado. En un experimento, Langer y su equipo llevaron a cabo un pequeño seminario para las criadas de los grandes hoteles diseñado para informarles que sus trabajos eran un buen ejercicio. "Aunque el comportamiento real no cambió", informa Langer, "percibieron que hacían mucho más ejercicio que antes". Sorprendentemente, sus cuerpos realmente reflejaron este cambio. Durante el mes siguiente perdieron un promedio de dos libras sobre el grupo de control. Perdieron un porcentaje de grasa corporal y su presión arterial bajó 10 puntos. »
