Definición de deuda pública

1. La que el Estado tiene reconocida por medio de títulos que devengan interés. Acostarse sin deuda y amanecer con ella. fr. que se dice por las obligaciones diarias, que hay que cumplir de nuevo cada día.
   
   Se sugiere leer también la definición de: deuda

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   2º artículo
   

1. En los años de desarrollo normal el Gobierno de un país financia sus diversos gastos con los impuestos que cobra. Cuando los ingresos procedentes de dichos impuestos son iguales a los gastos, se dice que el presupuesto está equilibrado. Sin embargo, cuando, debido a acontecimientos que no han sido previstos, los gastos exceden a los ingresos, el Gobierno debe tomar dinero a préstamo para cubrir este déficit. Así surge la Deuda Pública o deuda del Gobierno para con sus ciudadanos, otros gobiernos o extranjeros, según dónde y cómo se tome prestado el dinero.
   
   Documentalmente, la Deuda suele estar representada por bonos, pagarés o certificados del Gobierno que tienen un interés fijo y que en la mayoría de los casos vencen en una fecha determinada, es decir, son amortizables. Algunos gobiernos, sin embargo, han realizado la financiación en una forma, más o menos permanente sin un vencimiento determinado. Los llamados consols del Gobierno británico y las «rentas» del Gobierno francés han sido emitidos en ciertos casos sin ninguna fecha de vencimiento; es decir, están considerados como de naturaleza perpetua.
   
   La financiación que un Gobierno realiza para complementar las disponibilidades que recauda con los impuestos se denomina generalmente «financiación deficitaria». En tres casos parece ésta justificada. Primero, la financiación es necesaria cuando se ha deslizado un error en los cálculos presupuestarios. Los errores en las cifras presupuestarias son frecuentes y generalmente excusables, ya que las condiciones cambian durante el año y los impuestos fijados quizá no puedan en realidad cubrir las necesidades que se planteen. Por ejemplo, los. impuestos de consumo, derechos de aduana e incluso el impuesto sobre la renta, pueden fácilmente no alcanzar los totales que se habían calculado. Por otra parte, los gastos durante un periodo pueden resultar mucho más elevados que los previstos por los cálculos más cuidadosos.
   
   Segundo, cuando una necesidad urgente, seria e imprevista surge y exige gastos importantes, se considera razonable que el Gobierno recurra a la financiación deficitaria. La principal necesidad de tipo urgente es la guerra, aunque algunas veces el hambre, terremotos y otras fuerzas destructivas de la naturaleza pueden motivar un incremento tal de los gastos que sólo tomando prestado puede un país resolver su dificultad. Lo repentino de tales acontecimientos impide hacer uso de los impuestos y los gobiernos ordinariamente no tienen constituidos fondos de emergencia de importancia suficiente.
   
   La tercera situación que parece justificar la financiación deficitaria se refiere a las obras públicas. Si el Gobierno decide emprender un programa costoso de obras públicas, que es más o menos de naturaleza permanente, no espera financiarlo todo mediante impuestos corrientes. Dichas mejoras públicas son un beneficio no sólo para la generación actual sino para las que le siguen y está justificado que el costo de la financiación se reparta sobre un periodo de tiempo más o menos largo.
   
   La reducción de la Deuda Pública que se acumula en tiempo de guerra es un largo proceso en tiempo de paz.
   
   En la consideración teórica de la Deuda Pública hay planteadas dos posturas antagónicas. Generalmente se ha estimado por los economistas clásicos que la emisión de una masa considerable de Deuda Pública ponía en peligro la estabilidad financiera de la nación. Así opinan Ricardo, Senior, Smith y Marshall, entre otros, para quienes la postura financiera ortodoxa es un presupuesto equilibrado y una Deuda Pública pequeña. Frente a está concepción, una moderna postura (Hansen y Pedersen entre otros) afirma que dichos dogmas económicos son .anticuados y que el presupuesto con déficit y una Deuda Pública creciente tienen un gran papel que desempeñar dentro de la política económica general de un estado moderno. Como ha afirmado Moulton, esta pugna de opiniones es la cuestión económica decisiva de nuestro tiempo. Si es cierto que la experiencia recientemente adquirida, tanto por los Estados Unidos como por otros países, ha demostrado que ño habrá problema financiero en la emisión de la Deuda Pública, el futuro puede contemplarse con optimismo, pero si es cierto que un crecimiento grande y constante de la Deuda Pública pone en peligro la estabilidad financiera de la nación y socava los propios cimientos del sistema económico; si es verdad que la Deuda de guerra ha de pagarse o, por lo menos, aminorarse considerablemente y el Tesoro ha de tener una «sana solvencia» para que la nación prospere y progrese, entonces el creciente endeudamiento de los países debe inspirar serios temores.
   
   Los argumentos seguidos por la moderna escuela para justificar un creciente nivel de la Deuda Pública son los siguientes, según los ha expuesto Moulton: 1) estamos padeciendo una economía en estado de madurez; 2) tenemos un crónico exceso de ahorro monetario; 3) las empresas ya no dependen en grado apreciable del mercado de capitales para la obtención de fondos con que ampliar el capital productivo.
   
   El argumento de que los Estados Unidos han llegado últimamente a su madurez económica y que, por consiguiente, todo nuevo desarrollo (en régimen de capitalismo privado) ha de ser muy lento, parte de una hipótesis, a saber: que el progreso económico depende en primer lugar del crecimiento rápido de la población y de la apertura de nuevas áreas productivas. E, inversamente, que el ritmo descendente del crecimiento de la población y el final de las expansiones colonizadoras frenarán el desarrollo económico. Por su parte, el fenómeno de que el ahorro excede a las oportunidades de inversión se relaciona, en cierto modo, con la concepción de una economía en estado de madurez, hasta el punto de afirmarse que los hechos han demostrado la tesis de que, de ahora en adelante, el dinero ahorrado excederá probablemente en todas las ocasiones a las oportunidades productivas en empresas privadas, razón por la cual habrán de ser las emisiones públicas las que tapen la brecha. Por lo que respecta al tercer criterio, se opina que las Sociedades se han liberado en gran parte de la necesidad de obtener sus fondos en los mercados financieros y que la casi totalidad de los fondos que requieren para inversión los toman ahora de sus propios recursos interiores. Por consiguiente, aun cuando las empresas privadas fueran suficientemente prósperas, sería todavía necesario que el Gobierno ofreciera oportunidades al ahorro monetario corriente de la nación mediante continuas emisiones de Deuda.
   
   Si esto es verdaderamente así, no hay ninguna duda de que el Estado, a través de la movilización de disponibilidades por medio de la emisión de Deuda Pública, tiene un gran papel que desempeñar.
   
   Sin embargo, no parece que todos los argumentos esgrimidos por la escuela moderna sean muy convincentes. Moulton ha observado, por lo que respecta al estado de madurez de la economía, que es una verdad inconcusa que las necesidades y deseos de una población en crecimiento constituyen mercados potenciales para la venta de bienes y servicios; pero que también es cierto que las necesidades y deseos no satisfechos de la población existente constituyen mercados potenciales. Si se actúa sobre el sistema económico en el sentido de ampliar el poder de consumo proporcionalmente al aumento de la capacidad productiva, no hay razón para que una población que crezca lentamente o se mantenga estacionaria tenga que frenar la expansión industrial. Por otra parte, no parece muy correcto afirmar con carácter general que exista un exceso de ahorro crónico y el tercer argumento tiene una falacia de tipo estadístico. La controversia entre las dos concepciones está hoy pendiente de resolución.

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