(1155-1214). Rey de Castilla, hijo de Sancho III y de Blanca de Navarra, que sucedió a su padre cuando sólo contaba tres años. Las disputas por la tutela entre los Castros y los Laras fueron aprovechadas por Fernando de León para reinar virtualmente en Castilla hasta que Alfonso se hizo cargo del gobierno en 1170, año en que casó con Leonor, hija de Enrique II de Inglaterra. Arregladas sus diferencias con los reyes de León y de Aragón, hizo la guerra a Sancho VI de Navarra y le arrebató la Rioja, de que éste le había desposeído durante su minoría. Con la ayuda de su pariente Alfonso II de Aragón conquistó a los moros la importante plaza de Cuenca (1177), y, en agradecimiento, le relevó del vasallaje que prestaba a Castilla. Ambos soberanos, por la paz de Cazóla (1179), establecieron los límites de las conquistas de sus reinos respectivos en una línea artificial que, partiendo del puerto de Biar, iba hasta el mar. La defección de los reyes de León y Navarra abocó a Alfonso a la derrota de Alarcos (1195) frente a los almohades. Irritado el castellano, arremetió con la ayuda del nuevo rey de Aragón, Pedro II, contra navarros y leoneses y arrebató a los primeros Álava, Guipúzcoa y la costa santanderina. La disputa con Alfonso IX de León terminó con el matrimonio de éste con Berenguela, hija del castellano, matrimonio del que resultaría la unión definitiva de León y Castilla, consumada en el hijo de ambos, Fernando III el Santo. Ya entonces pudo revolverse Alfonso VIII contra los almohades, a los que venció en las Navas de Tolosa (16 julio 1212), batalla que con justicia denominaron los vencidos «la de la desventura», pues nunca más se recuperaron los musulmanes de tan terrible derrota. Su otra hija, Doña Blanca, tuvo también por hijo un rey santo: Luis IX de Francia. Sucedióle en el trono su hijo Enrique I, que sólo reinaría tres años (1214-17).
