(1755-1841). Periodista y revolucionario francés, nacido en Tarbes, diputado de la Asamblea Nacional (1789) y delegado de la Convención Nacional (1792). Como miembro del Comité de Salvación Pública, votó por la ejecución del rey en un discurso que terminó con estas palabras: «el árbol de la libertad no puede crecer donde no haya sido regado con la sangre de los reyes». Al triunfar los Jacobinos sobre los Girondinos, propuso el «terrorismo como orden del día». Sin embargo, él mismo fue denunciado y encarcelado en 1795. Logró escapar y actuó luego de agente secreto de Napoleón I e incluso se hizo con el tiempo realista. Después de la revolución de 1830 volvió a París, donde murió en la miseria.