(1756-1836). Político norteamericano, natural de Newark (Nueva Jersey). En la Guerra de Independencia, que interrumpió sus estudios, intervino en la desventurada campaña de Quebec, formó parte del Estado Mayor del general Washington y participó en las batallas de Long Island y Monmouth a las órdenes de Israel Putnam. Obligado por su precaria salud a abandonar el Ejército, reanudó sus estudios de leyes y ejerció la abogacía en Albany y Nueva York, donde alcanzó gran renombre como político y abogado. Hábil organizador del Partido Republicano durante la campaña presidencial de 1800, fue el primero que utilizó los servicios del Tammany Hall. Como candidato a la vicepresidencia, obtuvo igual número de votos que el candidato presidencial Thomas Jefferson. En calidad de vicepresidente se distinguó de tal forma en el desempeño de sus funciones al frente del Senado, que se ganó el respeto de sus enemigos políticos. Al presentar su candidatura para gobernador de Nueva York (1804), Alexander Hamilton, que le detestaba, fue parcialmente responsable de su derrota. Unas manifestaciones injuriosas proferidas por Hamilton motivaron que Burr le desafiara a duelo y le hiriera mortalmente. Acusado de asesinato, se vio obligado a huir.
Tras breve ausencia, reapareció con un atrevido plan, que es uno de los episodios más confusos de la historia norteamericana. Cuando parecía inminente la guerra, sobre las posesiones españolas del SO, Burr propuso colonizar, a orillas del Ouachita (Washita), un territorio comprado en parte con dinero cedido por Harman Blennerhassett. Otro colaborador, el general James Wilkinson, le acusó de intentar establecer un gobierno independiente en el valle del Misisipí para desde allí, apoderarse de México. Detenido, fue absuelto, mas, para escapar a sus numerosos acreedores y al disfavor público, hubo de trasladarse a Europa, donde trató de interesar al Gobierno inglés y a Napoleón I en fomentar la revolución de México. Regresó a su país a instancias de su hija, a la que profesaba un tierno afecto, y continuó ejerciendo la abogacía en la ciudad de Nueva York, hasta su muerte. Burr estuvo dotado de una brillante inteligencia y de personalidad magnética, pero su carácter excéntrico le impidió gozar de la completa confianza de sus contemporáneos, como Washington y Jefferson.
