Persona que actúa como intermediario en la negociación de operaciones comerciales. Ordinariamente el corredor no recibe ni posee ninguna de las mercancías o valores objeto de la transacción. No corre riesgos respecto al resultado de las operaciones ni financia normalmente las transacciones, pero los actos que realiza pueden comprometer la fianza que, generalmente, debe depositar para poder ejercer su cargo. Su comisión o corretaje es pagadero al concluirse los acuerdos contractuales, ya se perfeccione plenamente o no al contrato.
Se confunden a veces sus funciones con las de otros tipos de agentes, como los comisionistas, que actúan generalmente en nombre propio, aunque en algunos países pueden hacerlo en el de su comitente. Los vistas de aduana y los prestamistas no son tampoco corredores en el sentido estricto de la palabra. Aquéllos limitan su actividad a la tramitación y despacho de importaciones; son, pues, funcionarios de aduanas. Las principales clases de corredores, atendiendo a la función que desempeñan y al número de miembros, son las siguientes:
Corredores de Fincas.
Denominados en España agentes de la propiedad inmobiliaria, intervienen en las compras o hipotecas de cualquier tipo de propiedad inmueble: rural, urbana, residencial o comercial. Su trabajo abarca también la tasación y administración de propiedades.
Corredores de Seguros.
Conocidos en España con el nombre de agentes de seguros, actúan como intermediarios entre las Compañías de Seguros y los clientes que necesitan cubrir algún riesgo de la clase que sea. El asegurado confía también en el criterio de su agente al fijar los términos del contrato y al repartir el riesgo entre varias compañías cuando se requieren numerosos tipos de seguro.
Corredores de Mercancías.
Generalmente situados en los mercados centrales, se ocupan de formalizar los acuerdos de venta entre fabricantes, almacenistas y consumidores de primeras materias y entre fabricantes y distribuidores (mayoristas y detallistas) de productos terminados. Otras actividades son asesorar y, en algunos países, financiar ciertas operaciones con medios propios.
Corredores de Comercio.
En España el Reglamento de 2 de junio de 1959 para el Régimen Interior de los Colegios Oficiales de Corredores de Comercio define a éstos como «agentes mediadores que, con arreglo a los preceptos del Código de comercio y demás disposiciones vigentes, dan fe con el carácter de notarios, y cuando para ellos fueren solicitados, de los actos y contratos mercantiles cuya intervención sea propia de su oficio».
La figura del mediador es tan antigua como el mismo comercio. Su función mediadora ha evolucionado en el transcurso del tiempo. Surgió como un comerciante dedicado a la mediación, pero ya en la Edad Media adquiere el carácter de funcionario público. Entonces se monopoliza la función en el cargo y se les prohibe ingresar en Sociedad y ejercer comercio distinto del suyo específico. En España es el «Código de Costumbres de Tortosa» el que da carácter oficial a los Corredores de Comercio, distinguiendo dos clases: los de negociaciones privadas y los de negociaciones públicas (corredores libres y corredores oficiales).
En las plazas en que existen Bolsas de Comercio son los Agentes de Cambio y Bolsa quienes desempeñan esta función de intervenir en la negociación de valores cotizables. Intervienen en todas las transacciones de títulos a comisión y perciben un porcentaje sobre el precio del valor.
Corredores de Buques.
En España cambiaron su denominación en 1930 por la de corredores intérpretes marítimos, pues también asisten como intérpretes a los capitanes de buques extranjeros en sus declaraciones o en cualquier otra relación que tuvieren con los tribunales y oficinas públicas.
Además de otras obligaciones que la Ley les impone, deberán llevar, al igual que los corredores de comercio, un libro en el que se anotarán las operaciones en que intervengan. En algunas ocasiones arreglan el seguro de buques y cargamentos y el pago de cuentas y sueldos de la tripulación antes de zarpar.
Existen otros tipos de corredores, que surgen cuando los comerciantes individuales o las sociedades consideran más económico comprar determinado conocimiento o servicio a un especialista que invertir tiempo en adquirir el conocimiento por sí mismos o en preparar a algunos de sus propios empleados. Véase Bolsa de valores; Mercado.
