Griego siracusano, amigo de Dionisio I, tirano éste de Siracusa en la primera mitad del siglo iv a. de J.C. Cuenta de él Cicerón que, habiendo encarecido la envidiable felicidad de Dionisio, fue invitado por éste a un festín, donde se vio rodeado de todos los refinamientos imaginables. Alzando la vista descubrió, sin embargo, una espada que apuntaba a su cabeza, pendiente sólo de una crin, para dar la medida —según explicó Dionisio— de la felicidad reservada a los soberanos.