Nos dirigimos ahora a una caverna excavada en colinas arcillosas a unos 65 km de Pekín (China). Una gran hendidura en el suelo de esta caverna, con una profundidad de 33 m, constituía la salida natural del agua que inundaba la cueva en los días de tormenta. En el periodo glacial los animales carnívoros frecuentaban esta caverna y a veces escondían en ella su botín. También la frecuentó el hombre, que hizo fuego en sus cavidades para cocinar la caza. Alrededor del fuego se apilaban restos de comidas y de vez en cuando se arrojaban huesos por la hendidura. Con la temporada de lluvias se impregnaba de humedad la cueva y el agua cargada de arcilla rezumaba por las paredes y destilaba del techo. Al estacionarse, depositaba parte de su limo y formaba una capa sobre cuanto había en el suelo. Al correr de los siglos acabó por quedar enterrado el contenido de la caverna y la hendidura.
Durante las excavaciones de 1927 se encontró un diente molar, el tercero; se trataba de un diente muy primitivo. Después de estudiar este espécimen, el Dr.
Davidson Black, de la Unión Médica de Pekín, proclamó el descubrimiento de una nueva especie humana que denominó Sinanthropus pekinensis. Subsiguientemente, la Fundación Rockefeller concedió amplios fondos para las investigaciones científicas. En la caverna y la hendidura se han hallado porciones de unos 35 ó más seres humanos incrustados en depósitos asociados con animales del periodo glacial. El detenido estudio de varias mandíbulas, cráneos, 150 dientes y fragmentos de huesos de pierna permite asegurar con certeza que el Sinanthropus y el Pithecanthropus están tan íntimamente relacionados entre sí que una sola descripción los define. Al descubrirse el Pithecanthropus, no se encontró junto a él herramienta de ninguna clase, pero en la caverna del Sinanthropus se hallaron más de 2000 toscos utensilios de cuarzo. Algunos de ellos son simplemente lascas rudimentarias mientras que otros parecen haber sido cuchillas y rascadores: todos ellos extraños a la cueva, ya que no hay rocas cristalinas en aquella zona.
La observación más importante que arroja el estudio de esta cultura es quizá la de que el hombre poseyó el fuego hace por los menos 500000 años. También almacenó semillas que apilaba contra las paredes de la cueva donde quedaron enterradas por las aguas cargadas de limo. Posiblemente era antropófago, como parece indicar el hecho de que uno de los cráneos encontrados está abierto por la base, como si se le hubiera extraído los sesos. Esto pudiera haberse realizado según ciertas prácticas caníbales.
Uno de los cráneos encontrados en Java hace sospechar la existencia de seres gigantes que podían haber vivido en aquellas regiones durante ese tiempo; este cráneo se caracterizaba por su gran tamaño y dureza. Otro de los indicios en este sentido ha sido la aparición en China de tres molares; éstos también son enormes, por lo menos seis veces mayores que los del hombre moderno y están provistos de fuertes aristas cortantes. Excepción hecha de su tamaño, parecen ser humanos y por ello se ha hablado de gigantismo. No se han encontrado los cráneos a que pertenecían y en la actualidad siguen constituyendo un enigma.
Formas humanas posteriores aparecieron en Java y en el Continente asiático, pero antes de discutirlas es preciso considerar el testimonio del hombre primitivo en Europa y Africa con el fin de perfilar el cuadro.
