Este dolor, provocado por cambios nocivos en los músculos, tendones, fascias y articulaciones, es más difuso que el cutáneo y se localiza con frecuencia en una determinada zona de la piel, o dermatoma, inervada por el mismo segmento de la medula espinal que inerva la estructura profunda, fuente del dolor. La ausencia de pistas adicionales hace que resulte difícil localizar con precisión esa fuente. Una lesión producida en cualquier parte de la piel puede verse o sentirse al tacto y ello ayuda a localizarla con mayor exactitud.