El 4 de agosto de 1897 apareció en Elche la escultura más famosa de todo el arte ibérico: la Reina Mora como la llamaron entonces, la Dama de Elche como será conocida desde que a fines de aquel año fue llevada al Louvre para regresar a España (Museo del Prado) en 1941. La escultura, en piedra caliza del país, representa un busto de mujer, tocada con una alta diadema y peineta, adornada con un complicado conjunto de aderezos del cabello, entre los que destacan los rodetes para cubrir las trenzas enrolladas y los colgantes que de su parte superior se desprenden. Viste un chitón de fino tejido, que se abrocha con una fíbula anular, y se cubre con un manto. Adornan su cuello tres hileras de collares, cuyas cuentas son imitación de otras conocidas en metales preciosos o pasta vítrea y cuyas formas adoptan la de anforillas o agallonadas. Muestra restos de policromía, que aún se aprecian en los labios y collares. Su fecha ha sido el caballo de batalla de todo el arte ibérico, ya que sus paralelos con otras mesopotámicas y fenicias hicieron darle una cronología alta (siglo vi a. de J.C.), que posteriormente, a base de los hallazgos realizados en las cercanías del lugar de descubrimiento y de los paralelos con las figuras romanas de las «imagines maiorum» (improntas de cera sobre la cara del muerto), ha sido rebajada. En la actualidad la fecha de fines del siglo v a. de J.C. o principios del siglo iv parece que es la más prudente, a base de otros hallazgos escultóricos de estilo semejante aparecidos como material de reutilización en sepulturas del siglo IV a. de J.C., lo que les da fechas más antiguas, y en especial por el estudio de la joyería, que quedó convertida en piedra en la misteriosa Dama de rostro enigmático. A. Arribas
