El veneno de las cobras, lo mismo que el de las demás serpientes venenosas, tiene dos objetos: el de matar las presas y el de servir como medio de defensa. Inyectado en el cuerpo de una víctima, actúa principalmente sobre el sistema nervioso y en cantidades suficientes produce la muerte por parálisis respiratoria.
Los colmillos venenosos de las cobras difieren de los de las víboras por tener una posición fija y ser incapaces de plegarse hacia atrás cuando no se usan, como hacen los de éstas. Son tubulares, con abertura en la base por la que entra el veneno procedente de la glándula venenosa y otra en la punta por la que éste pasa al cuerpo de la víctima.
En las cobras escupidoras de veneno, el canal está curvado hacia arriba en su extremo, por lo que, a pesar de que el colmillo esté dirigido hacia abajo, el chorro de veneno es proyectado hacia delante y arriba. En realidad, el veneno no lo escupen, sino que levantan la cabeza, distienden el collar, abren parcialmente la boca y proyectan por cada colmillo un fino, pero potente chorro de veneno hasta una distancia de 1,50 m o más. La fuerza necesaria para ello la obtienen contrayendo los músculos situados sobre las glándulas venenosas. Las cobras pueden proyectar veneno desde cualquier posición sin necesidad de colocarse en la defensa habitual. El chorro de veneno, por lo general, es dirigido contra los ojos del enemigo, al que causan instantáneamente un gran dolor, hinchazón y a veces ceguera. El áspid de Egipto y el áspid blanquinegro, ambos africanos, son las especies en que está más desarrollada la facultad de escupir veneno. Algunas cobras asiáticas, particularmente la cobra de anteojos propia de las islas del E de la India, son conocidas también como escupidoras.
Cada año se producen muchas muertes por causa de las mordeduras de las cobras, especialmente en las regiones donde la mayor parte de los nativos van medio desnudos y descalzos. Se han llevado a cabo muchos progresos en el tratamiento de las mordeduras de cobra por medio de antitoxinas (sueros obtenidos de la sangre de animales previamente inmunizados contra los venenos de serpiente), pero a causa de las supersticiones y de la confianza en los «remedios» de los nativos, la medicina del hombre blanco contra las serpientes no se ha popularizado bastante para reducir de una manera apreciable la mortalidad debida a las mordeduras de cobra. Véase Mordedura de serpiente.
