• « A veces el trabajo tomaba giros extraños. En Bremen, Alemania, el proyeccionista Alexandre Premio buscaba con desesperación un cuarto oscuro para recargar su cámara. En eso se encontró con una funeraria y pidió permiso para usarla unos momentos. Cuál no sería la sorpresa de los empleados cuando Premio insistió en que lo encerraran en un ataúd, donde cambió trabajosamente el rollo de película. »