Aunque el catarro común está catalogado como infección virulenta, la mera presencia del virus no significa la aparición del catarro. Probablemente el virus se encuentra presente en la mayoría de las personas durante la mayor parte del tiempo. De los factores concurrentes eñ el individuo dependerá que ese virus produzca o no infección. El más importante de estos factores es el estado general de salud, que a su vez resulta afectado por la dieta. Aunque las personas sometidas a una dieta apropiada de vitaminas y minerales no se hallen inmunes a los catarros, así se encuentran mejor preparadas para resistirlos y recobrarse sin complicaciones. Un consumo excesivo de vitaminas no aumenta necesariamente la protección contra los catarros; en efecto, no existe ninguna prueba de que, incorporando alguna vitamina o cualquier otro alimento especial a una dieta bien equilibrada, se eviten los catarros o se reduzcan sus complicaciones. Ni la conseja popular de «mantener un régimen alcalino» se basa en ninguna evidencia aceptable. En realidad, la secreción normal de la nariz es ligeramente ácida, lo que supone una condición desfavorable para el desarrollo de los gérmenes invasores. El frío del organismo puede reducir la capacidad de resistencia a la infección del virus; el viejo consejo de conservar los pies calientes y secos es digno, pues, de tenerse en cuenta. Las malformaciones de la nariz, al obstaculizar el libre paso del aire y las secreciones, aumenta la probabilidad de frecuentes resfriados.
Como muchos catarros son contagiosos, será bueno evitar a los que los padecen. No se ha demostrado que exista una vacuna preventiva de los catarros. Además se ha descubierto que existe más de una clase de catarros y que la infección de uno no produce inmunidad a otro.
