La cualidad o comportamiento balístico de un blindaje depende de tres características, denominadas también propiedades balísticas. Estas son: resistencia a la penetración, resistencia al choque o resquebrajamiento y resistencia a la producción de esquirlas. La resistencia a la penetración en una chapa puede definirse como la capacidad de ésta para impedir la penetración de un proyectil. La resistencia al choque queda determinada por el poder de absorber sin resquebrajamiento o rotura general la energía del impacto. Cuando un proyectil penetra en una placa blindada, cabe que ésta despida esquirlas desprendidas de su superficie. De la misma manera, cuando un proyectil penetra parcialmente en un blindaje, puede producir parecidos desprendimientos en su superficie interior. La inmunidad de un blindaje a estos peligrosos efectos constituye la tercera propiedad balística.
De las tres, la resistencia a la penetración es la más importante, porque el principal requisito en un blindaje es impedir que los proyectiles lo traspasen. Además de los factores metalúrgicos influyen en el comportamiento de una chapa blindada el tamaño del proyectil, su grosor y el ángulo de incidencia sobre ella. Este último factor se denomina «oblicuidad» y se define como el ángulo formado por la trayectoria del proyectil y una línea normal a la superficie de la plancha en el punto del impacto. Es obvio que, al aumentar el grosor de la plancha, aumenta proporcionalmente la resistencia a la penetración. De la misma forma, cuando mayor sea el calibre (diámetro del proyectil), tanto mayor será también su poder de penetración. Sin embargo, al aumentar el ángulo de oblicuidad, el poder de penetración disminuye.
