Debido a que la mayor parte de las alergias asmáticas lo son por factores externos, el médico comienza su estudio investigando polvos y pólenes, haciendo un meticuloso examen de la dieta del paciente, a menudo obteniendo un detallado diario de todo cuanto come durante varias semanas. El médico entonces se esfuerza en establecer una relación entre las substancias de la dieta y la aparición de las crisis asmáticas. En ocasiones, este simple proceder proporciona fáciles y brillantes soluciones.
Sin embargo, en general, se precisa de una exploración más complicada; en este caso el clínico explora en el paciente la posible concurrencia ambiental de alguna de las causas más frecuentes de alergia. Entre ellas se consideran la tapicería, almohadas y almohadones, plumas, tejidos, pelo de perro o gato, cosméticos (un hombre puede padecer de asma a causa de los cosméticos de su esposa), tintas de imprenta, materiales industriales y teóricamente cualquier substancia considerada capaz de producir alergia (y casi todas las substancias son capaces de ello).
Después de esto, el facultativo comprueba las reacciones del paciente frente a las substancias problema, probables agentes causales, y para ello una muestra de dichas substancias se inyecta por vía intradérmica o se coloca encima de la piel cubierta por un parche adhesivo. Las substancias a las que el paciente es alérgico producen una reacción cutánea característica y en tal caso se acepta su participación por lo menos parcial en el proceso asmático. A veces se requieren centenares de estas pruebas para descubrir las materias causales.
