Es en la obtención de productos secundarios donde el industrial ha de desplegar su mayor habilidad. No hace aún muchos años la mayoría de las partes no comestibles se desechaban simplemente. En la actualidad no se desperdicia prácticamente nada. Los cuernos y pezuñas escogidos se aprovecharán para la fabricación de mangos de cuchillos, peines, etc., mientras los no adecuados a este fin aún podrán servir para su transformación en fertilizantes. Las pieles se convertirán en cueros; las cerdas, en cepillos; las piltrafas de carne, residuos de grasas, sangre seca y huesos triturados, en alimentos de animales o en fertilizantes. Los huesos y los fragmentos de cueros servirán para hacer gelatina y cola. Del estómago de las terneras de leche saldrá el cuajo con que se elabora el queso. Y aun de otros muchos órganos internos podrán obtenerse valiosos productos: pepsina, del estómago; tripsina e insulina, del páncreas; extracto tiroideo, de la glándula tiroides; extracto de hígado y vitamina B12, del hígado; hormona ACTH y otras, de la hipófisis; ácidos biliares, de la vesícula biliar. Las grandes empresas cárnicas venden estos productos a los laboratorios farmacéuticos.