Resumen de la biografía de Azorín (escritor español)
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Breve biografía de Azorín (escritor español)

 


Biografía de Azorín
  1. (1873-1967). Uno de los más grandes escritores españoles del siglo xx, menos conocido por su verdadero nombre, José Martínez Ruiz, nacido en Monóvar (Alicante). Estudió Bachillerato en el Colegio de Escolapios de Yecla (Murcia), que ha recreado literariamente en Las confesiones de un pequeño filósofo; luego, en las Universidades de Valencia y Madrid, sin entregarse de lleno a los estudios universitarios. Desde 1896 se estableció en Madrid; colaboró en periódicos y revistas, fue crítico y traductor. Sus primeros años de vida literaria estuvieron llenos de privaciones y esfuerzos, de lucha contra la desatención y, en ocasiones, la hostilidad. Colaboró en periódicos republicanos, como El País, El Progreso, después en otros de más importancia y difusión, como El Impartial; luego, durante muchos años y hasta ahora, en ABC; también en revistas, como Revista Nueva, Juventud, Arte Joven, Alma Española y España; en el Diario de la Marina de La Habana y otras publicaciones hispanoamericanas. La vida de Azorín ha sido tranquila y metódica, con ligeras incursiones en la política: fue varias veces diputado entre 1907 y 1919; dos veces, brevemente, subsecretario de Instrucción Pública. Durante algún tiempo fue partidario de La Cierva, a quien defendió en la prensa y sobre quien compuso un folleto y un libro. Ha sido un viajero extraordinario por España, que conoce casi íntegra; en cambio, ha viajado muy poco por el extranjero; estuvo en Francia durante la I Guerra Mundial y residió en París desde 1936 a 1939. En 1924 fue elegido por la Real Academia Española; posteriormente dejó de asistir a sus sesiones. En los últimos años años ha vivido muy recluido en sus lecturas y paseos solitarios, animados por una tardía y vivísima afición al cine, del que es incansable espectador y comentador. Azorín es hombre silencioso, alto, algo grueso en sus años jóvenes, delgado y erguido en su ancianidad, de gran timidez y cortesía, lleno de bondad y mesura, a veces con una inocente ironía. Casado con Julia Guinda, ésta lo ha acompañado inseparablemente a lo largo de tantos años de meditación y labor.

    Azorín es una de las principales figuras de la Generación del 98, de su núcleo más estricto: fue uno de «los tres» (los otros dos eran Baroja y Maeztu). En 1893 publicó ya un folleto, La crítica literaria en España, con el seudónimo de «Cándido»; en 1894, con otro seudónimo, «Ahrimán», su primer libro: Buscapiés. Son escritos anteriores a su figura madura de escritor que se inicia con El alma castellana ( 1600-1800) y una tragicomedia, La fuerza del amor (publicados en 1900 y 1901); dos obras en que se inicia al arte de revivir los clásicos españoles, lo que habrá de constituir una de las dimensiones esenciales de la obra de Azorín. Poco después surge el otro gran tema: la realidad de España, en su paisaje, en sus ciudades, en sus personajes de hoy. Antonio Azorín es el protagonista de La voluntad (1902) y Antonio Azorín (1903). En Las confesiones de un pequeño filósofo aparece el mundo de su infancia; en Los pueblos, el dolor y la ternura de la tierra española. Ya es «Azorín» quien firma, identificado con su personaje, desde 1904. Durante veinte años va escribiendo algunos de los libros más éntrañables de la literatura española: La ruta de Don Quijote, España, Lecturas españolas, Castilla (1912), Clásicos y modernos, Los valores literarios, Al margen de los clásicos, El licenciado Vidriera (publicado después con el título Tomás Rueda), Rivas y Larra, Un pueblecito: Riofrío de Ávila, El paisaje de España visto por los españoles, Fantasías y devaneos, Los dos Luises y otros ensayos, Don Juan, De Granada a Castelar, Una hora de España y Doña Inés (1925).

    En este momento se inicia una crisis en la obra de Azorín. En el decenio siguiente publica una serie de «nuevas obras» definidas por la tendencia del momento, lo que Ortega denominó la «deshumanización del arte»: Félix Vargas (título posterior: El caballero inactual), Blanco en azul, Superrealismo. También cultiva el teatro (rara vez representado): Oíd Spain, Brandy, mucho brandy, Comedia del Arte, El clamor (en colaboración con Muñoz Seca), la trilogía Lo invisible (La arañita en el espejo, El Segador, Doctor Death, de 3 a 5), Angelita, Cervantes o la casa encantada y La guerrilla. Este periodo, de cierta vacilación, termina con la guerra civil; después de ella, Azorín se aproxima de nuevo a su estilo tradicional, sin dejar de buscar y de innovar, con una tendencia creciente a la tenuidad narrativa y de la expresión. Entre sus mejores libros de los últimos veinte años se cuentan: Españoles en París, Valencia, Madrid, El escritor, Cavilar y contar, El enfermo, María Fontán, Salvadora de Olbena, París, Memorias inmemoriales, Con permiso de los cervantistas, Con Cervantes, Con bandera de Francia, El cine y el momento, Pasos quedos, Agenda, Ejercicios de castellano. Se han publicado numerosos volúmenes de su labor de articulista, una edición de Obras selectas y unas Obras completas (todavía en curso de publicación).


    Los temas de Azorín son varios y convergentes. Nadie ha hecho más que él por aproximar los clásicos españoles a nuestra sensibilidad. Los ha hecho vivir de nuevo ante nosotros, ha recreado su ambiente y su figura, los ha despojado de erudición muerta y íes ha devuelto así su eficacia para nosotros, los ha traído al presente, pero sin arrancarlos al pasado, sino al contrario, con todas las esencias del tiempo pretérito. A una galería de figuras literarias cubiertas de gloria y de polvo, casi figuras de cera, ha sustituido Azorín un pasado literario con espesor y relieve, con grandes nombres y otros modestos y obscuros, pero de cautivador atractivo al pasar por su pluma. Es incalculable el enriquecimiento que Azorín ha aportado a nuestra verdadera realidad literaria, al desamortizar el Panteón de nuestras letras y hacerlo accesible, transitable, propiedad de todos y no sólo de los eruditos y los estudiosos.


    Un segundo tema —que comparte con todos los escritores de su generación y buena parte de los de la siguiente— es el paisaje. Sobre todo, el paisaje castellano, pero también el levantino y de alguna manera todos los. de España. La técnica del «detalle sugestivo», la complacencia en los «primores de lo vulgar», que dijo Ortega, su amor a lo mínimo y trivial, su horror por la retórica, han sido los recursos de su creación literaria del paisaje español, que es ya una adquisición irrenunciable. Esa «Castilla literaria» de que habla y que nos parece más real que la Castilla geográfica, apenas vista antes que él y sus coetáneos. Y la suya, siendo la misma que la de Unamuno, Baroja, Machado y Ortega, tiene su propio matiz, su sistema de referenciás, su perspectiva irreductible, su criterio de selección de los elementos significativos, su peculiar ternura, su melancolía, su protesta y su aceptación entrañable. Azorín ha contribuido esencialmente a hacernos ver una realidad española que percibimos a través de sus ojos, usándolos así, unos con gratitud y otros ya con olvido.

    Pero este paisaje no es sólo realidad física, geografía: es un paisaje histórico, humano; el otro lado de aquellos clásicos que había vuelto a hacer vivir; más concretamente, su escenario. Por eso, ambos temas convergen en el de la preocupación de España, núcleo de su obra entera. El pesimismo, la tristeza, la indignación ante el espectáculo de la España mísera, inerte, paralítica de fin de siglo están penetrados de comprensión, de una «abrumadora ternura», de percepción de bellezas y matices que ha sabido conservar como nadie. Azorín ejecuta una prodigiosa transfiguración de la realidad, sin escamotearla, sin omitir sus lacras, pero hallando su logaritmo artístico, descubriendo su «sentido», salvándola con su menesterosidad, su delicia, su ruina, su esperanza, su encanto.

    Estos caracteres penetran también los escritos de ficción de Azorín, sus cuentos, sus novelas, su teatro. Hombre de poca acción y menos palabras, Azorín es estático y silencioso. Apenas hace hablar a sus personajes, apenas narra. Lo único que hace es mirar. Y a fuerza de hacerlo genialmente descubre una técnica narrativa que culmina en Doña Inés, acaso la más perfecta de todas sus obras, novela tenuísima, de técnica estrictamente cinematográfica, que establece un sistema de conexiones entre las cosas y los personajes e inicia una manera de narrar, que como tantos hallazgos españoles, no ha tenido continuación ni desarrollo. Las vidas de sus libros de ficción, de sus narraciones y sus dramas, introducen en forma plena y manifiesta el gran tema de Azorín, el que llena su obra entera y no hace sino surgir desde todos los puntos de vista posibles, en los clásicos, en el paisaje historizado, en las ciudades muertas, en los personajes que reaparecen siglo tras siglo, en las evocaciones de los hombres del pasado, de los viejos ferrocarriles, de los oficios, de los nombres tan sabrosos que conservan el pasado en su cadencia y su significación: el tiempo. «Vivir es ver volver»: esta frase encierra el sentido último que Azorín descubre a su obra al volver la mirada sobre ella y mirarla como ha mirado toda la realidad española.
Actualizado: 23/07/2015
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Definiciones-de.com (2015). Biografía de Azorín - Leandro Alegsa © 23/07/2015 url: https://www.definiciones-de.com/Definicion/de/azorin.php

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