Definición de caries dental

1. La caries dental es una enfermedad en que los tejidos duros (esmalte, dentina o cemento) resultan destruidos progresivamente por la disolución de las sales de calcio. Muy frecuente en el hombre, destruye por completo el diente, a menos de atajarse a tiempo, ya que no es autocurable. Como el diente no puede regenerarse por sí mismo, la reparación sólo será posible por medios artificiales.
   
   La progresión de la caries, gradual y siempre procedente del exterior, comienza con una decoloración blanquecina del esmalte. Más tarde la superficie se torna áspera y picada y, finalmente, quedan destruidas las fibras del esmalte, con lo que se forma en el diente un agujero (cavidad). Aunque la caries atraviesa muy lentamente el esmalte sin extenderse por él, avanza más rápidamente por la dentina, que no es tan densa como el esmalte y facilita el progreso de la infección a través de sus diminutos canales. El proceso continúa hasta que el «nervio» (pulpa), alcanzado por las bacterias, comienza a inflamarse. La pulpa no sobrevive mucho tiempo y el mal sigue avanzando hasta que, necrosada la raíz, termina siendo expulsada. La pulpa muerta puede provocar en el maxilar infecciones o abscesos y con ello graves complicaciones locales (v. Odontología o Dentistería) o peligrosos trastornos sistemáticos. Las diferentes fases de la caries (de primer grado o descalcificación del esmalte, de segundo grado o destrucción del esmalte y la dentina, de tercer grado o inflamación de la pulpa y de cuarto grado o putrefacción de la pulpa) van acompañadas de dolores, desde un ligero malestar a fortísimos ataques, reveladores del desarrollo progresivo de la enfermedad.
   
   La caries puede producir la decoloración dental desde el amarillo ligero al pardo o negro, una vez muerta la pulpa. No ataca uniformemente la superficie entera del diente, sino que empieza en los puntos en que se alojan más fácilmente las partículas alimenticias: las superficies masticatorias de las muelas, los puntos de contacto entre los dientes, las zonas Cercanas a la encía y los dientes torcidos, desviados o formados e implantados anormalmente. Todas estas superficies son más difíciles de alcanzar con el cepillo de dientes. Aunque la enfermedad puede presentarse en todas las edades, es más frecuente durante el periodo de crecimiento, en que la continua aparición de nuevos dientes aumenta las probabilidades de contraería. En la madurez, sobre todo después de los 40 años, se presenta menos frecuentemente, salvo en periodos de enfermedad en que disminuyen las defensas orgánicas.
   
   
   
   
   Causas.
   
   
   Una abundante casuística médica señala que la caries dental obedece básicamente a la acción de microorganismos (bacterias) sobre carbohidratos fermentables, principalmente azúcares. La fermentación resultante crea un ácido capaz de disolver la estructura del diente. El ataque del ácido al esmalte depende de su potencia y del tiempo que permanezca en contacto con el diente. El daño mayor se presenta, al parecer, en los primeros 15 minutos de ingeridos los carbohidratos. El que el ácido permanezca en contacto con el esmalte depende de varios factores, como las placas dentales (placas bacterianas), las características anatómicas (estructura) y la implantación o disposición de los dientes. La placa dental, sustancia gelatinosa que se adhiere a la superficie del diente, brinda protección a las bacterias y el ácido e impide que la saliva los desaloje de sus posesiones. Los dientes apretados ofrecen asimismo amplio campo de proliferación bacteriana en sus superficies de contacto.
   
   Se han realizado diversos experimentos para prevenir la caries dental, alimentando a las madres gestantes con dietas ricas en calcio y fósforo, que, sin embargo, no han resultado muy efectivas en la prevención de la caries infantil. La madre, como comúnmente se supone, no pierde el calcio de sus dientes para formar los del niño. Las enfermedades infantiles, infecciones, perturbaciones de las glándulas de secreción diurna (tiroides, hipófisis, etc.) o una dieta deficiente durante los primeros años del infante, cuando los dientes se encuentran aún en proceso de calcificación, provocan frecuentes defectos estructurales en el esmalte o bien la aparición de dientes deformes, menos resistentes a la caries. La herencia biológica desempeña un papel importante en el proceso, ya que confiere inmunidad a unas personas y susceptibilidad a otras. Así, los caracteres familiares determinan, por ejemplo, que un niño adquiera de su progenitor maxilares pequeños y de otro dientes grandes, lo que suele traer como consecuencia la implantación anormal de los dientes y con ella la más fácil retención de las partículas alimenticias, propiciadoras del mal.
   
   La raza, el clima y el enclave geográfico constituyen factores importantes en la propagación de la caries, como se demuestra en ciertos países de población blanca, negra e india, en que los niños caucásicos acusan un índice más elevado de caries. La enfermedad parece asimismo ganar extensión con el alejamiento de los trópicos, lo que se achaca a la disminución de luz solar. Esta, como se sabe, produce al contacto con la piel vitamina D, necesaria para asimilar las sales de calcio. También se considera en cierta medida factor determinante el color de los dientes; el amarillo claro, por ejemplo, parece ser más resistente a la caries que el grisáceo.
   
   Ha quedado demostrado que una dieta bien equilibrada, rica en leche y productos lácteos, verduras y frutas frescas, contiene la cantidad de minerales y vitaminas A, B, C y D necesarias para la salud dental (v. Enfermedades carenciales). En cambio predispone a la caries el exceso de carbohidratos (harina blanca y azúcar), presentes en la dieta común en forma de pan blanco, pasteles, caramelos, confituras y goma de mascar.
   
   Durante mucho tiempo ha venido estudiándose la saliva y su relación con la caries. Recientemente se ha descubierto que la diferencia esencial entre la saliva de las personas inmunes a la caries y la de las susceptibles a ella consiste en la presencia de compuestos amónicos (urea) en las primeras. Tales compuestos impiden, al parecer, el desarrollo de bacterias acidógenas, ayudando así al restablecimiento del equilibrio enzimático de la saliva, perturbado por dietas demasiado hidrocarbonadas.
   
   Según algunos odontólogos, contribuye también a la formación de caries las condiciones psicológicas (psico-somáticas), tales como las perturbaciones mentales o emocionales, el desasosiego constante y el shock por accidente.
   
   
   Agua fluorada.
   
   
   Los niños nacidos y criados en regiones de agua fluorada en la proporción de al menos un uno por millón presentan por lo común una resistencia mucho mayor a la caries que los de regiones adyacentes de agua no fluorada. Con un índice de flúor muy elevado los dientes se decoloran permanentemente (esmalte moteado), pero, aun así, su resistencia a la caries sigue siendo grande.
   
   Para más información ver: diente.

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