Como medio preventivo se recomienda el aclareo de las plantas para facilitar la circulación del aire y de la luz, elementos que al favorecer la vegetación hacen la planta más resistente a los ataques de las cochinillas. Algunas de éstas, además, se desarrollan principalmente en los sitios húmedos y sombreados. Para combatir las cochinillas se recurre a tratamientos con líquidos insecticidas que obren por contacto. Si el tratamiento se hace cuando el insecto está desarrollado, y por tanto, se halla recubierto por el caparazón ceroso, es necesario que el insecticida pueda atacar el revestimiento protector para llegar hasta la cochinilla. Si, en cambio, se hace en época en que el insecto es aún joven y no ha fabricado el caparazón, puede usarse un líquido menos enérgico. Es, pues, importante la fijación del momento en que se efectúa el tratamiento. En general, hay que emplear varios tratamientos sucesivos al objeto de asegurar la destrucción de los insectos. Pueden efectuarse tratamientos de invierno, primavera y verano. Los primeros se aplican, generalmente, a las plantas de hojas caedizas tratándolas con soluciones jabonosas de petróleo o polisulfuros. Para los de primavera y verano deben emplearse soluciones menos concentradas. Entre las soluciones para los tratamientos de primavera las más recomendables son: las emulsiones de petróleo al 1 o 2 %; los polisulfuros al 2 o 3 %; el lisol al 3,5 %. Para cada cochinilla y para cada planta es necesario determinar la clase y concentración del insecticida y la época del tratamiento. Las fumigaciones con ácido cianhídrico dan excelente resultado y en España se aplican contra las cochinillas y demás insectos del naranjo (v. Cianhídrico). Como se ha indicado antes, las cochinillas son combatidas por innumerables parásitos. En la actualidad, la lucha se orienta hacia la busca de parásitos específicos de cada cochinilla, como en el caso de la Icerys purchasi y de la Diapsis pentágona.
