La existencia de un vado fijo un viejo presidio español que defendía el camino real de Zacatecas a Durango y Santa Fe de los merodeadores indios que, desde 1644, asolaron las secas llanuras de Chihuahua y Nuevo México. La paz de Guadalupe-Hidalgo duplicó el poblado allí nacido: el mexicano Paso del Norte, en la margen derecha, el norteamericano El Paso, en la izquierda. Inicialmente, hasta finales del siglo xix, ambas poblaciones fueron simples escalas en un recorrido muy peligroso y centros de contratación de ganado mexicano para su envío a los Estados Unidos. La sumisión de los indios apaches y conchos primero, conseguida hacia 1880, y después la construcción del Ferrocarril Central y de la línea Ciudad Juárez-Sierra Madre-Pacífico, que continuaban los ferrocarriles norteamericanos que afluían a El Paso desde Santa Fe, Phoenix y Dallas, convirtió a Paso del Norte —desde 1888 llamada Ciudad Juárez por haber servido de refugio al famoso prohombre mexicano durante el Imperio— en una gran encrucijada ferroviaria y una de las aduanas mexicanas más importantes. A la par, su fácil contacto con los Estados Unidos la hizo refugio muchas veces de políticos y proscritos de una y otra parte de la frontera. Después de 1940, el gran desarrollo económico norteamericano la ha convertido en paso obligado de una numerosa emigración mexicana hacia el O de los Estados Unidos, a la vez que el creciente gusto por los paisajes y por el folklore mexicanos hacía nacer una importante corriente turística norteamericana, favorecida por el establecimiento de determinadas medidas legislativas sólo vigentes para dicho turismo. Todo ha contribuido al rápido desarrollo de su población: 8780 h en 1910, 39069 en 1930, 48676 en 1940, 122 566 en 1950, 1 321 004 (2010).
