(1642-93). Pintor español, nacido en Madrid, hijo del broncista portugués Faustino Coello, establecido en la capital de España. Entró muy joven en el taller de Francisco Rizzi, donde no tardó en mostrar sus excepcionales disposiciones para la pintura. De 1660 es el cuadro Sagrada Familia y de 1664 el Triunfo o Apoteosis de San Agustín, con los que obtuvo gran éxito. Llegó a ser amigo de Carreño, merced al cual pudo estudiar en las galerías reales a Tiziano, Rubens y Van Dyck. Dominó la técnica del fresco en la que le había iniciado José Donoso, con quien colaboró en la catedral de Toledo en 1671, así como en otras iglesias y edificios de Madrid. Cultivó la pintura religiosa y el retrato mostrándose en este último aspecto a la altura de los mejores retratistas que le precedieron. En 1683 Carlos II le nombró pintor del rey; luego heredó, a la muerte de Carreño, el título de pintor de Cámara (1685). Su arte, de cierta complicación barroca, al gusto de la época, se caracteriza por la exuberancia imaginativa y la vivacidad de color, pero en medio de estas cualidades y de cierto virtuosismo, conserva siempre los aspectos del fuerte realismo español. Claudio Coello es considerado el último gran maestro de la escuela madrileña del Siglo de Oro. Ha dejado admirables retratos de personajes reales y cortesanos y pinturas de tema religioso, pero su obra capital es la gran composición de la Sacristía de El Escorial, pintada de 1685 a 1686, en la que se representa a Carlos II adorando la Sagrada Forma. Es una obra de amplia concepción, pues a su profundo carácter religioso une la magnífica serie de retratos personales que constituyen los personajes asistentes a la ceremonia: palatinos, frailes y acólitos agrupados tras el monarca.
Coello gozó de gran consideración en la Corte, pero cuando el rey llamó al napolitano Lúea Giordano para pintar en El Escorial las bóvedas de la gran escalera, el hecho produjo tan tremenda amargura a Coello, cuyo carácter soberbio difícilmente soportaba la competencia de otros artistas, que su ánimo quedó derrotado hasta el punto de que, según creían los contemporáneos, este acontecimiento fue lo que aceleró su muerte.
