La primera catedral fue erigida por el emperador Constantino el Grande, que en el Edicto de Milán (313) reconoció la existencia oficial de la Iglesia Católica. Para su trazado tomó por modelo la Basílica Romana o Sala de Justicia, de planta rectangular, con una nave central y dos o cuatro laterales más bajas separadas de aquélla por una hilera de columnas. El modelo, que prevaleció en construcciones posteriores, fue evolucionando hasta tomar forma de cruz y adoptar cubierta cupuliforme.
En el siglo vi triunfa un nuevo estilo que, por haber nacido en Bizancio, se llamaría bizantino y marcaría la tónica de las estructuras eclesiásticas hasta el siglo xii. Este estilo alcanza su máximo esplendor con la erección por Justiniano (532-538), bajo la dirección de los arquitectos Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles, de la Hagia Sophia (la Santa Sabiduría), incorrectamente llamada Santa Sofía, símbolo de la Iglesia de Oriente como San Pedro de Roma lo es de la de Occidente. Su cúpula de pechinas es el lógico remate del imponente edificio, sobre el que distribuye con justeza su carga en un alarde de armonía arquitectónica con el amplio interior de ejes longitudinales y verticales.
En orden cronológico de estilos vamos a ver desfilar, en los principales países, la larga teoría de catedrales que constituyen, en cada uno de ellos, las más ricas joyas arquitectónicas.