Resumen de la biografía de Descartes, René (filósofo francés)
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Breve biografía de Descartes, René (filósofo francés)

 


Biografía de Descartes, René
  1. (1596-1650). Filósofo francés, también conocido por su nombre latinizado —contra su voluntad— de «Cartesius», calificado por Schopenhauer de padre de la filosofía moderna y descrito por La Fontaine como «el mortal de quien las edades pretéritas hubieran hecho un dios y que se encuentra a mitad de camino entre el Hombre y el Espíritu Puro».

    Descartes enriqueció las matemáticas, la física, la metafísica, la medicina, la tecnología y creó la geometría analítica. Pero, sobre todo, imprimió en la sociedad moderna una nueva necesidad: la de hacer de la investigación científica organizada parte esencial de su modo de vida. Y puede decirse que a él debe el mundo occidental su conciencia clara en tal esfera de actividad. Descartes informa, según frase de Eduardo Benei, el pensamiento francés, la civilización francesa, su literatura y su idioma.

    Descartes, René
    Descartes, René. CC


    Vida de René Descartes



    Descartes nació en el seno de una familia distinguida que desde La Haye (Turena), cuna del famoso filósofo, se trasladó a Rennes, en cuyo Parlamento trabajó su padre.

    Perdió a su madre cuando contaba un año de edad, pero difícilmente una pérdida de esta naturaleza ha representado tanto en la vida de una mente humana como en este caso. A los 19 años se graduó en La Fleche, nuevo y ambicioso colegio de jesuítas, y se lanzó a la vida aventurera de un joven caballero. Una escapada a Holanda (1618) le proporcionó un nuevo amigo, Isaac Beeckman, ocho años mayor que él, con quien convino en proceder con arreglo a un método en que se dieran la mano la física y las matemáticas.

    Singularmente dotado para la geometría, perfeccionó este campo de la ciencia, inventó las coordenadas de su nombre y descubrió que su geometría analítica podía resolver «un ilimitado número de problemas con sólo partir del supuesto de que la solución era ya conocida».

    Aunque se incorporó al ejército francés es su marcha a través de Alemania, siguió obsesionado con su hallazgo geométrico.

    El 10 de noviembre de 1619, hallándose alojado cerca de Ulm en una habitación bien caldeada, tuvo su famoso sueño (en realidad fueron tres) en que le fue comunicado que una «ciencia admirable» encadenaría todas las demás ciencias particulares en un solo orden y que él sería el encargado de convertir esta revelación en realidad.

    Desbordante de júbilo, hizo voto de ir en peregrinación a Nuestra Señora de Loreto. Pero su certidumbre y su júbilo no le llevaron a un cambio inmediato de vida. Viajó por Bohemia, Hungría, Suiza e Italia y de 1625 a 1628 residió en París. Aconsejado por el cardenal Pierre de Bérulle en el sentido de que el cumplimiento de tan extraordinaria gracia exigía de él una dedicación fiel a su misión, renunció a su vida de caballero en París y de 1628 a 1649 vivió en no menos de trece distintas ciudades holandesas mientras seguía trabajando en su sistema.

    Aunque jamás cultivó la enseñanza, mantuvo contacto epistolar con el mundo científico; se conservan 138 cartas que escribió a Marín Mersenne (1588-1648), que era algo así como el periódico científico viviente de aquel tiempo.

    Soltero de por vida, pues los médicos se la habían vaticinado breve, no fue insensible a la atracción amorosa; en 1536 una sirvienta le dio una hija, que, al morir (1640) bautizada protestante, sumió a su católico progenitor en profunda pena.

    En 1649 sus adversarios holandeses le hicieron menos grata la vida en el país. Por otra parte, la guerra civil amenazaba a Francia.

    En tal coyuntura, la reina Cristina de Suecia, que había mantenido correspondencia con Descartes y deseaba fundar una academia científica en Estocolmo, le persuadió a que se trasladase a su corte.

    En su celo por aprender, la reina tomaba de él lecciones tres veces por semana a las cinco de la mañana. El resultado de todo ello fue que, al cabo de tres semanas, contraía Descartes una neumonía y moría nueve días después. Sus restos descansan en Saint-Germain-des Prés en París.


    Doctrina de Descartes



    Descartes escribió sobre las más diversas materias, aunque no con igual fortuna. Antes de que Galileo fuera condenado por la Iglesia había esperado Descartes atraer la atención de los jesuítas y el público hacia su física, pero la condenación de Galileo le hizo abandonar esta idea para dar preferencia a la metafísica.

    Estos cambios de programa no afectaron, sin embargo, sustancialmente a su objetivo final: la conquista de un método de investigación. Todo lo demás se subordinaba a este fin último.

    Descartes decía de sí mismo que usaba de máscara. En efecto, aunque su doctrina constituyó una auténtica revolución, eludió diplomáticamente el conflicto abierto con los sabios de su época, maestros la mayoría que se contentaban con repetir, con ligeras variantes, las ideas y modos de pensar consagrados por muchos siglos de rutina.

    En realidad le costó no poco trabajo convencer de que no sentía el menor deseo de entrar en polémica con las viejas ideas; por otra parte evitó la enseñanza tanto como le fue posible. En lugar de ello se escudó en el anhelo de vivir la vida pura de la mente bajo su orgulloso lema cogito, ergo sum (pienso, luego existo).

    Los escolásticos acostumbraban a comenzar sus especulaciones dando por supuesta la existencia de Dios o de la Naturaleza: Dios, o la Naturaleza, existe, luego han de seguirse tales o cuales verdades. Descartes no había de partir de semejantes premisas, sino que iba a buscar el punto de partida en su propia mente.

    Entre los innumerables estímulos, sensaciones y recuerdos de su mente se preguntaba: ¿qué puedo considerar como cierto?

    Su respuesta sería radical, pero esperaba que los demás no advirtieran hasta qué punto lo era. Huérfano de madre, había recibido la educación típica de un ambicioso, internado que trató de adormecer su genio matemático con el estudio de la filosofía escolástica tradicional.

    No es de extrañar, por tanto, que cuanto había aprendido, creído, sentido o esperado durante esos veinte años de su vida lo calificara, en el mejor de los casos, de inconsistente y, en el peor, de puro disparate, hasta llegar a la conclusión de que sólo son ciertas aquellas proposiciones que puedan ser perfectamente comunicadas de una mente a otra, es decir, cosas demostrables por deducción matemática o por la evidencia inmediata de la repetición experimental.

    Cuanto constituyó en realidad el «primer pensamiento» de Descartes —las impresiones poéticas, religiosas, afectivas y leales de su juventud— quedó desechado por ingenuo y fue remplazado por su «segundo pensamiento», crítico, reflexivo y generalizador, que dio en llamar su «filosofía primera», título de una de sus obras, Prima Philosophia (1641).

    Consideró los recuerdos de sus 20 primeros años una rémora para su mente y quiso liberar a ésta de tales obstáculos. Lógicamente, si la mente humana había de servir de punto de partida en la investigación filosófica y científica, era preciso someterla a una universalización y elevarla a un nivel comparables con los anteriores puntos de partida: Dios y la Naturaleza.

    Tendría, pues, que abandonarse toda singularidad personal. Fiel a este principio, despojó Descartes con humildad el concepto de su propia mente de todo su rutilante genio, su originalidad creadora, hasta que sólo quedaran los sedimentos de una inteligencia indiferente y transferible, lo que él llamara la mente.

    Las genialidades o acciones mentales no comprendidas en tales sedimentos eran a su juicio menos valiosas y menos racionales. Esta arbitraria división entre la «primera» y «segunda» mente tendría efecto duradero al confundirse después «la segunda» mente con la mente en general. Véase Existencialismo.

    Descartes, al igual que sus discípulos hasta el siglo xx, consideró su propia vitalidad juvenil, lo mismo que las manifestaciones más elevadas de la Naturaleza, aves, mamíferos, flores, árboles, como simples máquinas que más pronto o más tarde se verían reducidas a explicación matemática: en las entrañas palpitantes de la Naturaleza sólo ven los cartesianos fríos mecanismos.

    En cuanto a Dios, se le hace depender de la propia certidumbre de la mente humana. En efecto, según Descartes, sólo puede probarse la existencia de Dios por el hecho de que la mente es capaz de pensar en un ser perfecto: dado que la existencia se presenta como atributo necesario del ser perfecto, ¡Dios existe porque la mente así lo pregona!

    El punto de partida cartesiano (cogito, ergo sum) suponía que todos los testimonios de los sentidos podían reducirse por deducción matemática a meras extensiones de partículas movibles en el espacio. Descartes prometía el dominio del Universo físico, pero a un precio demasiado caro: que el cuerpo perdiera su significado para que el alma pudiera cumplir su destino.

    El punto más endeble de su sistema consiste en su concepción del alma y el cuerpo como dos sustancias separadas. Sin embargo, si se ve en él al abogado de una nueva empresa de investigación organizada, su menosprecio (hasta la negación) de la unidad de cuerpo y alma parece haber obedecido en gran parte a razones tácticas: una manera de lograr el asenso a su idea de libre investigación.

    El mérito perdurable del método cartesiano radica en haber erigido la duda como principio básico. Una duda que no puede confundirse con la duda permanente de todo el Universo, a la manera de los escépticos y cínicos, ya que se trata de una duda provisional, aunque no por ello menos sistemática, de cada detalle particular.

    Descartes captó el espacio, pero no supo hallar el valor exacto del tiempo. Parece, según él, como si Dios recreara el tiempo cada segundo, ya que de otro modo el tiempo resulta inexplicable.

    La reacción anticartesiana del siglo xx reconoció empero la ofensa cometida por los cartesianos contra el tiempo, que, según se ha probado cada vez con mayor evidencia, merece los honores de una noción propia con tanto o más derecho que el espacio.

    El problema de la relación entre su propia vida limitada y la historia lo solucionó Descartes con ayuda de «su moral provisional».

    El científico —escribió— que dedica su vida a la investigación y en el curso de ella se ve obligado a dudar de toda proposición, no debe extender su duda a materias de religión y gobierno, que sólo al cabo de siglos se encargará de explicar suficientemente la admirable nueva ciencia.

    Mientras tanto, todos los sabios habrán de acatar las leyes de la Iglesia y el Estado. Como sabios, podrán albergar la duda en sus mentes, pero con sus actos políticos y sociales deberán tender a afirmar el orden existente.

    Tal actitud de Descartes explica que tuviera más éxito en introducir la investigación científica en la estructura de la sociedad que muchos ingenios más vehementes. En Descartes se aúnan el cristiano ortodoxo, el ciudadano consciente, el genio matemático y el osado innovador. No cabe considerarle como un vulgar oportunista, hipócrita o cobarde. A pesar de la flexibilidad de su táctica, siempre persiguió el mismo objetivo y a una sola tarea dedicó sus energías: la de convencer al mundo de la necesidad de empezar a investigar de acuerdo con su método.

    Su «heroica incursión en la utopía», en atinada frase de B. Bauer, dio sus frutos. En los primeros años de Descartes un enorme escepticismo minaba las tradiciones medievales basadas en la ciencia puramente teórica de Aristóteles.

    En las postrimerías de su vida el teoretismo de la ciencia aristotélica y el crudo empirismo de sus adversarios cedían paso al regulado progreso de las ciencias:

    1) una teoría (concebida, en su mayor parte matemáticamente);

    2) unos experimentos encaminados a comprobar esa teoría;

    3) una corrección de la teoría y los experimentos hasta hacerlos Congruentes;

    4) una aplicación técnica de la nueva armonía.

    Descartes, René
    Descartes, René. CC


    Obras de Descartes



    Su libro más famoso, Discours de la méthode, publicado en francés con carácter anónimo en 1637, fue también el primero en imprimirse.

    Sus primeros manuscritos y las cartas fueron recopilados (en una edición clásica a la memoria de su tricentenario) por Charles Adam y Paul Tannery (12 vols., 1896-1912); esta edición definitiva incluía también los libros editados por Descartes después de 1637, como Prima Philosophia (1641), Principia Philosophiae (1644) y Tratado de las Pasiones (1649), escrito éste para la princesa Isabel de Holanda. Véase Filosofía.
Actualizado: 23/10/2023 - Autor: Leandro Alegsa
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  • ¿Qué significa el pensamiento de Descartes "cogito ergo sum"?

    "Cogito ergo sum" es una frase en latín que significa "pienso, luego existo". Fue formulada por el filósofo René Descartes como parte de su método de duda metódica, que buscaba establecer una base sólida para el conocimiento.

    Descartes planteó que, al dudar de todo lo que le rodeaba, incluso de sus propios sentidos, podía llegar a la conclusión de que, al menos, existía como ser pensante. A partir de esta certeza, Descartes argumentaba que podía construir un sistema de conocimiento basado en la razón.

    En resumen, "cogito ergo sum" expresa la idea de que la existencia de un sujeto pensante es indudable, ya que el simple hecho de pensar implica la existencia de quien piensa. Es considerada una de las afirmaciones más famosas y fundamentales de la filosofía moderna.


    Sugiero leer:

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  • Contexto histórico que vivió René Descartes

    El contexto histórico en el que vivió René Descartes, filósofo y matemático francés, fue el siglo XVII, un período conocido como la Edad Moderna. Durante este tiempo, Europa estaba experimentando grandes cambios en diferentes ámbitos, como la política, la religión, la ciencia y la filosofía.

    En el ámbito político, se produjo el auge de los Estados nacionales y el fortalecimiento del absolutismo monárquico. En Francia, por ejemplo, Luis XIV gobernaba con un poder absoluto y centralizado.

    En cuanto a la religión, el contexto histórico de Descartes estuvo marcado por la Reforma Protestante y la Contrarreforma católica. Estos movimientos religiosos generaron tensiones y conflictos en Europa, y Descartes vivió en un momento en el que la Iglesia católica tenía un gran poder e influencia.

    En el ámbito científico, el siglo XVII fue una época de grandes avances y cambios en la forma de entender el mundo. Se desarrollaron nuevas teorías y métodos científicos, como el método experimental y la observación sistemática. Descartes contribuyó a este avance científico con su enfoque racionalista y su método deductivo.

    En el ámbito filosófico, Descartes es considerado uno de los principales representantes del racionalismo. Su obra más conocida, "Discurso del método", fue publicada en 1637 y sentó las bases de la filosofía moderna. Descartes buscaba establecer una base sólida y segura para el conocimiento, a través de la duda metódica y la razón.

    En resumen, el contexto histórico en el que vivió Descartes estuvo marcado por cambios políticos, religiosos, científicos y filosóficos. Su pensamiento y sus obras reflejan las inquietudes y los avances de su época.


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  • ¿Pensaba Descartes que tenemos una esencia o alma inmortal?

    René Descartes, filósofo y matemático francés del siglo XVII, planteó la existencia de una dualidad entre el cuerpo y la mente. Según Descartes, el cuerpo es una entidad material y la mente es una entidad inmaterial, a la que también se refiere como "alma".

    Descartes creía en la existencia de un alma inmortal, que es la esencia de cada individuo y que no está sujeta a la muerte del cuerpo. Para él, el cuerpo es mortal y está sujeto a las leyes de la naturaleza, mientras que el alma es inmortal y tiene la capacidad de pensar y razonar.

    Esta concepción dualista de Descartes ha sido objeto de debate y crítica a lo largo de la historia de la filosofía. Muchos filósofos y científicos han cuestionado la existencia de un alma inmortal, argumentando que la mente y la conciencia son producto de la actividad cerebral y no entidades separadas del cuerpo. Sin embargo, la idea de un alma inmortal sigue siendo relevante en el ámbito de la filosofía y la religión.


    Sugiero leer:

    Definición de filósofo
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    Definición de cuerpo
    Definición de mente
  • ¿Qué se proponía descartes con su método?

    René Descartes propuso con su método dudar de todo lo que pudiera ser dudoso, con el fin de llegar a verdades indudables y fundamentar el conocimiento en bases sólidas.

    Este método, conocido como el método de la duda metódica, buscaba eliminar prejuicios y creencias infundadas para llegar a un conocimiento claro y distinto.

    A través de la duda, Descartes buscaba establecer una base firme para el conocimiento, partiendo de la famosa frase "Pienso, luego existo" como punto de partida irrefutable.


    Sugiero leer:

    Definición de método
    Definición de duda
    Definición de verdad
    Definición de conocimiento
    Definición de base
Fuentes bibliográficas y más información de Descartes, René:

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