Artículo enciclopédico: historia de la Civilización: inicio y desarrollo
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historia de la Civilización: inicio y desarrollo

 


historia de la Civilización: inicio y desarrollo
  1. Periodos de la civilización.


    Las más viejas civilizaciones conocidas comienzan en el Próximo Oriente hacia el año 3500 a. de J.C. De acuerdo con la clasificación convencional se han sucedido cuatro periodos principales en la historia de la civilización de Occidente: 1) la civilización antigua, desde el año 3500 a. de J.C. hasta el 500 d. de J.C., aproximadamente; 2) la civilización medieval, desde el 500 al 1500; 3) la civilización moderna, desde el 1500 al 1900; 4) la civilización contemporánea, desde 1900. Tales divisiones son arbitrarias porque, realmente, no hay saltos bruscos de uno a otro periodo, aun cuando cada uno de ellos tiene rasgos característicos, impulsores y predominantes, que lo distinguen de los otros. Cada periodo se fundió gradualmente en el otro y todas las civilizaciones posteriores heredaron buena parte de las precedentes. De hecho, la mayoría de los aspectos espirituales de la civilización contemporánea es herencia de culturas anteriores e incluso las conquistas técnicas de los tiempos modernos tienen sus raíces en generaciones y siglos pretéritos.

    La perspectiva histórica trasciende este esquema convencional de cuatro grandes edades de la civilización occidental. A la luz de la nueva escala cronológica establecida para clasificar la existencia del hombre en la Tierra, la Edad Antigua pudiera decirse razonablemente que abarca desde el origen de la humanidad hasta el comienzo del Neolítico, hace de 8000 a 15 000 años. La Edad Media podría comprender desde el Neolítico hasta el amanecer de la civilización, hacia el año 3500 a. de J.C., y lo que podría llamarse Edad Moderna desde esa fecha hasta 1750, que es cuando comienza la Revolución Industrial. Incluso esta nueva clasificación resulta arbitraria. No ha habido transiciones bruscas o periodos perfectamente diferenciados en el desarrollo de la civilización. Nuestra actual civilización es el resultado de la evolución gradual de la sociedad desde que el hombre hizo su aparición sobre la Tierra.


    Por otra parte, no existe una cronología uniforme capaz de comprender a la vez las culturas y civilizaciones del Extremo Oriente, África, América, Asia y Europa. El desarrollo y decadencia de las civilizaciones han sido demasiado diversos, aislados y especializados para permitir la clasificación en periodos de validez universal, ni siquiera con carácter arbitrario. Las civilizaciones de China, Japón e India, por ejemplo, tienen una historia subdividida en periodos enteramente independientes de los que subdividen el desarrollo de la civilización occidental.


    Desarrollo de la civilización.


    La interpretación del origen de la civilización y de su evolución posterior ha variado con las edades y está íntimamente relacionada con el desarrollo del conocimiento humano y el ensanchamiento de la humana experiencia. La concepción providencialista de la Historia, desde que el hombre empezó a mostrar interés por su evolución hasta el siglo xviii, considera que el destino del hombre y el avance de la civilización estaban guiados y gobernados por la mano de Dios. Frente a la misma existe la posición materialista, que considera al hombre como una porción más de la materia y sujeto a sus leyes. Puede decirse que la primera de estas concepciones ha sido admitida por la generalidad de los hombres hasta época muy reciente. Incluso los filósofos racionalistas del siglo xviii la admiten en principio, aunque introducen un concepto más impersonal respecto a la naturaleza de Dios y a su papel en este proceso.


    Los primeros intentos de una interpretación materialista sobre el origen y desarrollo de las civilizaciones aparecen en el barón Paul d’Holbach, escritor ateo, de finales del siglo xviii, y en el filósofo alemán Ludwig Feuerbach, medio siglo iiiás tarde. Este enfoque debe su popularidad a Karl Marx, fundador del socialismo «científico». De acuerdo con esta teoría, los factores económicos determinan la naturaleza y desarrollo de la civilización y explican el carácter de todas las demás instituciones: políticas, jurídicas, religiosas y estéticas. Marx creía que las conqúistas de la técnica eran aún más decisivas que las propiamente económicas y que ellas eran las determinantes del desarrollo económico, idea sentada una generación antes que Marx por Henri de Saint Simón. Autores posteriores pretendieron hallar la raíz del desarrollo tecnológico en las ciencias naturales. En las postrimerías del siglo xix sugirieron algunos científicos acaudillados por el historiador alemán Karl Lamprecht que amplias tendencias intelectuales y las ideas predominantes de cualquier edad condicionan la naturaleza y extensión de las conquistas científicas y técnicas.


    Posiblemente la máxima novedad en las concepciones recientes sobre el origen y desarrollo de la civilización está relacionada con la teoría de la evolución. De acuerdo con la teoría evolucionista, aplicada a la sociedad humana, la aparición de las civilizaciones resulta por vía natural de la influencia de factores culturales y geográficos y su desarrollo subsiguiente está determinado por fuerzas evolutivas naturales y sociales.


    Los historiadores y sociólogos han prestado gran atención al bosquejo de los estadios principales en el desarrollo de la civilización y a los tipos de civilización que se han producido en cada uno de ellos. Uno de los esfuerzos más interesantes a este respecto fue el del filósofo francés Auguste Comte (1798-1857), quien sentó la teoría de que la civilización occidental había atravesado en el pasado dos grandes etapas: la religioso-militar, que duró desde los comienzos de la historia hasta la caída del Imperio Romano, y la metafísica» jurídica, que, aun cuando fue prevista por griegos y romanos, no logró su forma definitiva hasta la Edad Media. Esta etapa llega hasta los tiempos de Comte, que contempló el tránsito de la Humanidad a una tercera era, la científico-industrial.


    Otras muchas interpretaciones propuestas sobre los tipos y estadios de la civilización, aunque han contribuido a aumentar las perspectivas sobre su desarrollo, deben ser utilizadas con reserva, pues no cuentan con el asenso concorde de los científicos.


    Ha sido mucho lo que se ha escrito sobre el nacimiento y desaparición de las civilizaciones, erróneo en gran parte en virtud de la misma continuidad histórica. Uno de los estudios más detallados sobre el origen, desarrollo y desintegración de la civilización ha sido hecho por el historiador inglés Arnold Toynbee, quien llega a enumerar hasta 20 civilizaciones diferentes que han aparecido, llegado a la madurez y desaparecido o declinado. Una sola, entre todas, ha llegado a sobrevivir, la civilización occidental. Oswald Spengler ofrece una nueva interpretación. Para este filósofo, cada civilización (Kultur) recorre las mismas fases de un organismo vivo: nacimiento, juventud, madurez y vejez, o dicho de otra manera: prima-, vera, verano, otoño e invierno.


    Una posición intermedia, circunscrita a la civilización occidental, afirma la existencia de tres grandes revoluciones, que han trastrocado la naturaleza de la misma en distintas fechas. La primera, acaecida entre los años 3500-2000 a. de J.C., acabó con la sociedad tribal para dar paso a la sociedad civil, creando así la civilización, introdujo los metales en sustitución de las herramientas y armas de piedra, ideó un lenguaje escrito y estableció las ciudades-estado, las monarquías y los imperios del Próximo Oriente. La segunda de las grandes revoluciones, ocurrida entre los años 300-500 d. de J.C. con el derrumbamiento del Imperio Romano de Occidente, sustituyó la sociedad centralizada, metropolitana e imperial de Roma por el Feudalismo descentralizado de la Edad Media y contempló el triunfo del Cristianismo, acompañada por una notable decadencia de la cultura material. La tercera gran revolución mundial, desarrollada entre los años 1500 y 1800, provocó la desintegración de la cultura medieval, el declinar del Feudalismo, el nacimiento de las nacionalidades, la revolución comercial, el Capitalismo y el inicio del industrialismo moderno. Posiblemente nos encontremos viviendo actualmente la cuarta de las grandes revoluciones mundiales, puesto que las instituciones surgidas entre los años 1500-1800 están atravesando una desintegración y un reajuste muy similar al sufrido por las de la Edad Media a partir de 1500.


    Diversidad de civilizaciones.


    Existe la tendencia a circunscribir la civilización a unos estrechos límites. Los occidentales consideran generalmente que nace en el Próximo Orienté y se extiende por Europa, desde donde españoles, ingleses y portugueses la llevan al Nuevo Mundo, o a otras partes del planeta, al compás de su expansión colonizadora. Tal perspectiva es demasiado limitada si consideramos a la civilización como un todo. Algunas civilizaciones orientales, singularmente las de China y la India, lograron un alto nivel en época más remota que las europeas. Muchos de los importantes inventos que tan decisiva influencia ejercieron en la civilización occidental son descubrimientos orientales, tales como los numerales llamados «arábigos», la brújula, la pólvora y el papel.


    Aun dentro de la órbita occidental es un error considerar la civilización como absolutamente uniforme. Las culturas y civilizaciones de las diversas comarcas y regiones de Occidente en un tiempo dado difieren notablemente no sólo en su conjunto sino en zonas culturales específicas. Cualquier relato histórico que pretenda ser exacto ha de contar no sólo con las amplias tendencias generales sino también con rasgos y diversidades específicos. El peso y la influencia relativos de factores y fuerzas particulares han variado de comarca en comarca. El desarrollo mecánico que vino a revolucionar la sociedad inglesa antes del 1800 no afectó apenas a Rusia hasta cien años después. Unos países han acentuado las conquistas materiales, otros los aspectos artísticos, morales y religiosos de su cultura.


    Las conquistas de la civilización.


    La primera gran etapa de la civilización occidental, hasta la caída del Imperio Romano de Occidente, trajo consigo el establecimiento de la sociedad política, enseñó las técnicas de la metalurgia, creó la escritura, sentó las bases de todos los grandes sistemas religiosos que han prevalecido hasta el presente, desarrolló el comercio, estableció el fundamento de las normas jurídicas, aportó notables contribuciones al arte y la arquitectura y sentó las bases de las ciencias naturales, la filosofía sistemática y decisivas concepciones de ética.


    La Era medieval, edificada sobre las ruinas de la sociedad romana con la aportación de la cultura germánica, sistematizó una civilización unificada, basada en la autoridad de la Iglesia Católica, el patrón político del Feudalismo, la organización gremial de la industria y el comercio y un sistema filosófico y pedagógico, el Escolasticismo. La combinación medieval del genio artístico, una artesanía superior y el profundo espíritu religioso hizo surgir la maravilla de las catedrales, que figuran entre los monumentos arquitectónicos más notables producidos en el curso de la civilización.


    La primera Edad Moderna rompió los moldes de una civilización europea más bien provinciana, descubrió un nuevo mundo, cambió la perspectiva religiosa y moral, engendró la ciencia moderna, fundó el estado nacional, al principio absolutista y luego representativo y democrático, estableció el gobierno constitucional y las libertades civiles, creó nuevos métodos comerciales y el sistema capitalista, introdujo el maqumismo en la manufactura, revolucionó los medios de transporte y destruyó la unidad religiosa del Cristianismo.

    Las conquistas más sobresalientes de la civilización contemporánea han tenido lugar en el campo de la ciencia y la tecnología. Los avances conseguidos en este orden no tienen parangón en la experiencia humana. El fracaso de las instituciones en mantenerse a su ritmo ha originado algunos de los principales problemas de nuestra época. Los progresos de la técnica y las condiciones de la vida urbana han inspirado y determinado nuevas formas de arquitectura, arte, música y recreo. La aparición del fonógrafo, cine, radio y televisión han modificado enteramente las concepciones ambientales, tanto artísticas como intelectuales, modificación cuyas consecuencias finales son todavía imprevisibles.


    El máximo peligro que amenaza a la civilización por parte de la técnica moderna está relacionado directamente con los asuntos internacionales y es tanto más grave cuanto que han desaparecido las barreras físicas que separaban a las civilizaciones. A menos que se conjuren las guerras, predicen muchos, éstas harán saltar la civilización en pedazos. Si se logra ponerles coto, el gran problema que se ofrece a la observación del contemplador contemporáneo es el empleo de recursos materiales sin precedentes, gozados en paz, experiencia nueva en la historia de la Humanidad si se exceptúan unos pocos privilegiados.

    Ideales y objetivos de la civilización. Como los dioses, o Dios, pasaban por ser la fuerza dominante en los negocios humanos, el gran ideal de las primeras civilizaciones fue el de servir a tales poderes sobrenaturales. Un modo de servirles era el derrotar y humillar, o destruir, a quienes servían a otros dioses. De aquí que estas primitivas civilizaciones mostrasen una mezcla de piedad y militarismo. Luego surgen en el Oriente Medio una serie de religiones de trascendencia universal, como el Mazdeísmo, Judaismo, Cristianismo e Islamismo, para cuyos fieles constituyen motivo principal de servir a Dios la consecución de la inmortalidad bienaventurada y la evitación del castigo eterno.

    Los grandes pensadores griegos persiguieron como fin primordial la felicidad del hombre sobre la Tierra, aunque discrepaban profundamente en los medios conducentes a conseguirlo. La mayoría de los principales filósofos vieron en la actividad intelectual la forma suprema de expresión humana y la felicidad más pura. Platón rechaza en su República la idea de que las comodidades materiales, aunque necesarias y recomendables, constituyan el objetivo adecuado de la existencia. Una civilización que sólo busca el bienestar y prosperidad materiales no es para él mucho mejor que una «piara de cerdos».


    La Edad Media supuso un retomo al ideal del servicio de Dios. A ello se añadía un afán de cruzada contra el infiel. El idealismo religioso halló expresión en la ética comercial que limitaba considerablemente los beneficios. El bienestar social fue colocado, al menos como ideal, sobre los intereses privados de cualquier clase que éstos fuesen.


    El auge de la industria y el comercio en los tiempos modernos acentuaron el interés por las cosas materiales y los bienes de este mundo. El Protestantismo, especialmente el Calvinismo y el Puritanismo, trató a veces de armonizar las enseñanzas del Cristianismo con estos objetos materiales, proclamando la sanción divina de la economía, la industria y las empresas individuales. El auge de una teoría del progreso, a fines del siglo xvii, vino a fomentar el secularismo y el optimismo. La ciencia y el mecanismo parecían anunciar días mejores para la Humanidad. La arquitectura, el arte, la literatura y la música se han visto condicionadas por las nuevas experiencias de los tiempos modernos: exploraciones, tierras y pueblos extraños, costumbres y paisajes exóticos, adelantos técnicos y vida urbana. Algunos buscaron la evasión en la fantasía y las abstracciones. La diversidad de posiciones ante los problemas de la vida, frente a la unidad de ideales que distinguió a la mayoría de las civilizaciones anteriores, es la nota característica de la civilización contemporánea.


    Perspectivas de la civilización.

    Durante más de 5000 años la civilización, y las civilizaciones, se desarrollaron en plena inconsciencia sin una idea planificada de progreso. Toda esperanza de un futuro mejor se proyectaba sobre el mundo venidero. Existía la creencia más bien común de que los mejores tiempos de la Humanidad fueron los más remotos de su existencia: el Paraíso Terrenal de los judíos y, más tarde, de los cristianos, la «edad de oro» de los griegos y lugares o edades semejantes en muchos otros pueblos. A finales del siglo xvii y durante todo el xviii, gran número de escritores fundan el progreso, según diversas concepciones, en los avances del racionalismo, de la ciencia y de la cultura material. En el siglo xix, la fe en el progreso se extiende y populariza; las viejas teorías se transforman con Auguste Comte en un sistema sociológico y con Herbert Spencer en una filosofía evolucionista.


    La I Guerra Mundial asestó un rudo golpe a cuantos creían en la marcha inevitable del progreso, fundado principalmente en las conquistas de la ciencia y de la técnica. Sí tales conquistas sólo sirvieron para mejor exterminar a la raza humana mal podían significar progreso. Por añadidura, las dificultades económicas y las perplejidades políticas, especialmente las relacionadas con el caos subsiguiente a la guerra, los movimientos revolucionarios, el auge de las dictaduras y la gran depresión que se produjo después de 1929, todo contribuyó a fomentar el pesimismo en el progreso de la Humanidad. Los sociólogos sustituyeron entonces el término progreso por el de «cambios sociales». El cambio social, supusiera o no progreso a la larga, podía ser demostrado.


    Los sociólogos, al estudiar el cambio, han desarrollado el concepto de regresión cultural, la tendencia de algunas instituciones a quedarse a la zaga de otras, al igual que los controles sociales no lograron seguir el ritmo de las ciencias naturales y la tecnología. Los problemas de cambio social y regresión cultural se acusan particularmente en la producción de armas cada vez más mortíferas. Aun cuando se evitara la guerra destructora, existe el peligro, en la mente de cuantos contemplan las perspectivas de la civilización occidental contemporánea, de que el sistema social quede congelado en una estratificación rigurosa. En este sistema pudiera ocurrir que la fuerza política y la prosperidad económica se vieran constreñidas directamente a servar a una organización permanente de guerra o de guerra fría.

    La esperanza de salvar la civilización heredada del pasado y de avanzar hacia un mundo mejor se ve, pues, como ya se ha visto antes con frecuencia, asediada de incertidumbres y supeditada a la solución de muchos y formidables problemas: el problema de la guerra, el problema de la organización económica y, tal vez fundamentalmente, el problema del objetivo y valor definitivos de la civilización misma.

    Para más información ver: civilización.
Actualizado: 27/10/2015
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Abreviaturas empleadas en la definición
A. = alemán o antes
d. = diminutivo
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