Definición de psicología criminal (criminología)

1. La psicología criminal, ciencia que estudia los factores psicológicos operantes en el acto y la carrera de criminales, alumbra el camino de la represión del crimen y, mediante la comprensión de las razones que lo motivaron, permite tratar adecuadamente al infractor.
   
   Diversas son las teorías formuladas para explicar por qué algunos hombres infringen, ignoran o desprecian las leyes y normas establecidas fundamentalmente para su seguridad y protección. El comportamiento criminal ha sido atribuido a perversidad innata; a la influencia de espíritus malignos; a constituciones físicas que predisponen al crimen; a que el estímulo del beneficio que se espera obtener del acto criminal supera al temor del castigo. Pero ninguna de estas razones, examinadas rigurosamente por los psicólogos criminalistas, tiene validez suficiente para ofrecer una comprensión fundamental de la existencia del crimen en toda época, en todo lugar, entre todo grupo humano. Ninguna teoría explica por qué el transgresor de la ley se arriesga al repudio de sus conciudadanos o a severos castigos, que van desde la pérdida de libertad a la de la vida.
   
   
   Enfoque psicoanalítico.
   
   
   La moderna concepción psicoanalista sostiene que el criminal es un individuo en el que se ha retorcido y desequilibrado el funcionamiento de la personalidad hasta el punto de incapacitarle para conducirse de la manera integrada que precisa la armonía de la existencia social. Cabe considerar sus actividades como manifestación externa de esta disfunción, como un lenguaje activo simbólico, comprensible para el criminólogo merced a la ayuda que le presta la percepción adquirida por el estudio y la experiencia.
   
   
   La comprensión de por qué los hombres cometen crímenes, basada especialmente en el psicoanálisis, exige un íntimo conocimiento de la compleja conducta de la mente humana y, sobre todo, del subconsciente, que no es inmediatamente accesible (v. Psicoanálisis). Los impulsos y estímulos nacen en esta remota, importantísima región. Las relaciones entre subconsciente y consciente —éste controla claramente a aquél— resultan extraordinariamente complejas e implican numerosas características de la génesis y estructura de la personalidad. En resumen, el comportamiento criminal o legal de una persona depende de la interacción de ambas partes y de la capacidad del consciente alerta para regular y satisfacer las exigencias del subconsciente.
   
   
   Los impulsos emanados del subconsciente poseen tal fuerza conminatoria que sólo pueden rechazarse con notable perturbación y a expensas de la personalidad y ninguna ley escrita o amenaza de castigo puede prevalecer sobre ellos en ciertas personas o en todas las personas sometidas a ciertas condiciones. En términos generales integran el subconsciente los recuerdos infantiles, las necesidades latentes y deseos insatisfechos, abandonados al aproximarse la madurez, los sentimientos, ideas y anhelos reprimidos a que se ha visto obligado a renunciar el individuo, un cúmulo de estímulos peculiar al Homo Sapiens y, según algunos psicólogos, buena parte de la herencia acumulada por experiencias comunes. Véase Jung, Carl Gustav; Freud, Sigmund.
   
   
   En franco contraste con el subconsciente aparece la amplia región del consciente, reguladora de aquél. El consciente es comportamiento y pensamiento deliberados, planeados y razonados, que gobiernan la conducta con respecto a las condiciones externas y se interesan por la seguridad y bienestar social del individuo. Por lo común, la ley, que fundamentalmente busca auxiliar y reforzar los elementos de la personalidad que cooperan con la conciencia razonadora, se limita a parafrasear de modo negativo el contexto normal del inconsciente. Fundamentalmente la ley es una manifestación prohibitiva de las actividades que toda persona es capaz de realizar, pero que se abstiene de llevar a cabo ante la presencia de un segmento regulador de la mente: el consciente.
   
   
   Irrupción del subconsciente.
   
   
   En ocasiones, la irrupción del subconsciente en la conducta, hecho que suele acarrear una acción delictiva, obedece indirectamente al debilitamiento de factores biológicos que normalmente colaboran con la parte consciente represiva de la personalidad individual. Las regiones que albergan la personalidad quedan debilitadas por ciertas formas de deficiencia mental, plasma germinal defectuoso, accidentes prenatales, desarreglos físicos y, en muchos casos, educación equivocada del niño, factores mentales y ambientales insanos y relaciones prematuras con los padres y otras personas significativas. Otras veces las preocupaciones, conflictos, tensiones, perplejidades, problemas y enfermedades debilitan las partes de la personalidad que funcionan al servicio de la razón, el autodominio y la conducta social.
   
   
   La fórmula de la interacción entre el subconsciente y el consciente de la mente humana se ha convertido en piedra angular de la criminología moderna. Los paladines de esta teoría mantienen que tal interacción explica no sólo por qué ciertos individuos se convierten en criminales, sino también por qué la inmensa mayoría de la gente no se aparta de la ley. Según dicha fórmula, el tratamiento aplicado al delincuente debe diferir sólo en grado, no en clase, del trato que recibe cualquier otra variante de disfunción de la personalidad.
   
   Para más información ver: criminología.

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